sábado, 16 de julio de 2011

UNIDAD VI LOS TRASTORNOS MENTALES Y LA RESPONSABILIDAD PENAL


PARTICIPANTE: KARLA DANIELA MORENO ANTONETTI

I.- LOS TRASTORNOS MENTALES Y DEL COMPORTAMIENTO
COMO POSIBLES EXIMENTES O ATENUANTES
DE LA RESPONSABILIDAD PENAL
Un trastorno mental o del comportamiento se caracteriza por una perturbación de la actividad intelectual, el estado de ánimo o el comportamiento que no se ajusta a las creencias y las normas culturales. En la mayoría de los casos, los síntomas van acompañados de angustia e interferencia con las funciones personales.
Los trastornos mentales producen síntomas que son observables para la persona afectada o las personas de su entorno. Entre ellos pueden figurar:
  • síntomas físicos (dolores, trastornos del sueño)
  • síntomas afectivos (tristeza, miedo, ansiedad)
  • síntomas cognitivos (dificultad para pensar con claridad, creencias anormales, alteraciones de la memoria)
  • síntomas del comportamiento (conducta agresiva, incapacidad para realizar las tareas corrientes de la vida diaria, abuso de sustancias)
  • Alteraciones perceptivas (percepción visual o auditiva de cosas que otras personas no ven u oyen)
Los signos precoces específicos varían de un trastorno mental a otro. Las personas que presentan uno o varios de los síntomas enumerados deben consultar a un profesional si esos síntomas persisten, provocan un sufrimiento importante o interfieren con las tareas cotidianas.
La depresión, el abuso de sustancias, la esquizofrenia, el retraso mental, el autismo en la infancia y la demencia son ejemplos de trastornos mentales. Pueden aparecer en varones y mujeres de cualquier edad y en cualquier raza o grupo étnico. Aunque no se conocen perfectamente las causas de muchos trastornos mentales, se cree que dependen de una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales, como sucesos estresantes, problemas familiares, enfermedades cerebrales, trastornos hereditarios o genéticos y problemas médicos. En la mayoría de los casos, los trastornos mentales pueden diagnosticarse y tratarse eficazmente.

.II. LA ESQUIZOFRENIA
La esquizofrenia es la más conocida de las psicosis. (Gutiérrez: 1986, 36).  Antes de estudiar la esquizofrenia repasemos la clásica definición de Emilio Mira y López (1954:17) sobre lo que constituyen las psicosis:

"Son los trastornos de la personalidad en lo que no sólo se desquicia su autoscopia sino que también se altera el juicio de la realidad (en sus dos formalidades: formativa y estimativa), dando lugar a una transformación en el concepto del Mundo y en el de las relaciones entre éste y el sujeto (originándose así una transformación cualitativa de actitudes y reacciones personales".

El Manual de la OMS (1992: 114-117) sobre los Trastornos Men­tales y del Comportamiento asume a la esquizofrenia como uno de los cuadros más frecuentes e importantes de las enfermedades mentales con­temporáneas. El cuadro general de la esquizofrenia se describe así en el referido Manual:

"Los trastornos esquizofrénicos se caracterizan por distorsiones funda­mentales y típicas de la percepción, del pensamiento y de las emocio­nes... se conservan tanto la claridad de la conciencia como la capacidad intelectual, aunque con el paso del tiempo pueden presentarse déficits cognoscitivos. El trastorno compromete las funciones esenciales que dan a la persona normal la vivencia de su individualidad, singularidad y do­minio de sí misma. El enfermo cree que sus pensamientos, sentimientos y actos más íntimos son conocidos o compartidos por otros y pueden presentarse ideas delirantes en torno a la existencia de fuerzas naturales o sobrenaturales capaces de influir... en los actos y pensamientos del individuo afectado.

En cuanto a los síntomas de la esquizofrenia, estos constituyen una amplia gama de percepciones anómalas, la persona queda cercada por delirios y alucinaciones que disgregan su pensamiento, llevándolo a la crisis total.
Según el Manual de Diagnós­tico de la OMS (1992: 114-117), la lista de síntomas descritos por el son:
  • Eco, robo, inserción del pensamiento o difusión del mismo.
·        Ideas delirantes de ser controlado, de influencia o de pasividad, claramente referidas al cuerpo, a los movimientos de los miembros o a pensamientos o acciones o sensaciones concretos y percepción delirante.
  • Voces alucinatorias que comentan la propia actividad que discuten entre ellas sobre el enfermo u otros tipos de voces alucinatorias.
  • Ideas delirantes persistentes, que no son adecuadas a la cultura del individuo o que son completamente imposibles, tales como las de identidad religiosa o política, capacidad y poderes sobrehumanos. (Se proclaman un nuevo dios, creen dominar al mundo, ordenar la lluvia, etcétera, comentario nuestro).
  • Alucinaciones persistentes de cualquier modalidad que les acompañan durante días o meses permanentemente.
  • Interpolaciones o bloqueos en el curso del pensamiento que dan lugar a un lenguaje divagatorio, disgregado, incoherente o lleno de neolo­gismos.
  • Manifestaciones catatónicas, tales como excitación, posturas características o flexibilidad cérea, negativismo, mutismo, estupor, etc.
·        Síntomas positivos: son aquellas manifestaciones que el paciente hace o experimenta y que las personas sanas no suelen presentar.

·        Síntomas negativos: son aquellas cosas que el paciente deja de hacer y que los individuos sanos pueden realizar cotidianamente, como pensar con fluidez y con lógica, experimentar sentimientos hacia otras personas, tener voluntad para levantarse cada día.

  • Un cambio consistente y significativo de la cualidad general de algunos aspectos de la conducta personal... pérdida de interés, falta de objetivos, ociosidad...

TIPOS DE ESQUIZOFRENIA

Con frecuencia se presentan cuadros mixtos, que pueden ser difíciles de clasificar. También se observa muchas veces que el cuadro de la enfermedad varía a lo largo del tiempo.
· Esquizofrenia paranoide: se caracteriza por el predominio de ideas delirantes y alucinaciones, sobre todo auditivas. Los delirios y las alucinaciones a veces constituyen una unidad. Es la más frecuente, suele iniciarse entre los 20 y 30 años y es la que mejor evoluciona a pesar de la aparatosidad del cuadro.
· Esquizofrenia catatónica: predomina el trastorno del movimiento o movimientos motores. Los expertos hablan de "estupor catatónico". A pesar de tener la conciencia despierta, el enfermo no reacciona a los intentos de entrar en contacto con él. Su rostro permanece inmóvil e inexpresivo, no se percibe ningún movimiento interior e incluso fuertes estímulos de dolor pueden no provocar reacción alguna. En los casos más graves pueden llegar a no hablar, ni comer, ni beber durante periodos lo suficientemente largos como para que peligre su vida. Sin embargo en el interior del enfermo puede haber verdaderas tormentas de sentimientos, que a menudo solo se manifiestan en una aceleración del pulso. También se dan repetición constantes del mismo movimiento (automatismos) y muecas. Los cuadros de extrema gravedad, en los que el enfermo por ejemplo se mantiene sobre una pierna durante unas semanas, solo se observa muy raras veces gracias a las posibilidades actuales del tratamiento. Sólo ocurren cuando nadie se ocupa del enfermo o cuando el tratamiento no es eficaz. El pronóstico para este tipo de esquizofrenia suele ser malo.
· Esquizofrenia desorganizada o hebefrénica: predomina un afecto absurdo, no apropiado (se suelen reír cuando se les da una mala noticia, las conductas suelen ser infantiles, el estado de humor es absurdo, existe desinhibición en los sentimientos. Suelen tener comportamientos extraños, como reír sin motivo aparente y realizar muecas. A menudo muestran falta de interés y de participación. Hay casos en los que se manifiestan alucinaciones y delirios, aunque esto no es una condición ecuánime en este tipo de esquizofrenia la mayoría de los casos los brotes no son claramente delimitables. Suele comenzar en edades tempranas como es la pubertad, por eso reciben el nombre de esquizofrenias juveniles e incluso hay casos en los que la enfermedad viene de la infancia (psicosis infantil). Los desarrollos hebefrénicos lentos y desapercibidos por presentar pocos síntomas se califican como esquizofrenia simple. Por la ausencia de síntomas es difícil de reconocerla, (los indicios suelen ser el descuido personal, conductas solitarias...). El pronóstico suele ser desfavorable en comparación con las otras esquizofrenias, debido a la personalidad inmadura del enfermo.
· Esquizofrenia indiferenciada: es un tipo de esquizofrenia en la cual no predomina un síntoma concreto para el diagnóstico, es como la mezcla de los otras anteriores.
· Esquizofrenia residual: en estos casos debe haber habido, por lo menos, un episodio de esquizofrenia anteriormente, pero en el momento actual no hay síntomas psicóticos importantes. Es la fase en la que los síntomas negativos son más evidentes. No se manifiesta en todos los enfermos.

Según la explicación del médico psiquiatra Hernán Hernández Var­gas (1999: e.p.), cuatro son los tipos clásicos de esquizofrenia: La para­noide en la cual aparecen ideas delirantes de persecución, alucinaciones y despersonalización. La hebefrénica, que comienza a muy temprana edad y produce un rápido deterioro del paciente. La simple que va produciendo un aislamiento progresivo, aparecen alucinaciones y delirios.
La esquizofrenia paranoide se engloba a su vez —en la clasificación de otros autores— como uno de los estados paranoides que en total comprenderían: Vargas Alvarado; (1983: 360)

1.     Personalidad paranoide, con rigidez y excesiva suspicacia hacia los
     demás, aunque la función psíquica está integrada y funcional.
2.     Paranoia clásica, en la cual existe un sistema delirante encapsulado y el paciente está bien integrado en lo demás.
3.     La esquizofrenia paranoide, ya mencionada que es la forma extrema y supone la pérdida del contacto con la realidad.
4.     Estados depresivos, con ideas delirantes, y;
5.     Síndromes cerebrales orgánicos, que derivan de la intoxicación por drogas y otras enfermedades.

Volviendo a la catalogación básica de la esquizofrenia, tenemos la forma catatónica, que según Hernández Vargas, ha desaparecido paulatinamente gracias a la acción de los fármacos. Es un tipo de esquizofrenia en la cual el enfermo se desconecta del mundo, permanece inmune a los estímulos climáticos, autista, sin voluntad de comunicación; con flexi­bilidad cérea, es decir adopta poses rígidas por más incómodas que sean, inclusive con los ojos clavados hacia el sol, sin moverse para nada.

Muchas formas de esquizofrenia son las que generalmente se asumen como la locura. El llamado vulgarmente "orate", o, "loquito" suele ser un esquizofrénico de alguna categoría.

Dentro de la sintomatología de las esquizofrenias se da que estos psicóticos resultan tener las funciones intelectivas más comprometidas, pero siempre en relación con un fino desorden de la conciencia... "El psicótico pierde una conciencia cabal y nítida de lo que hace, así como tampoco posee conciencia de enfermedad mental, es decir, no se considera enfermo". (Gutiérrez, 1986: 39)

La responsabilidad penal del esquizofrénico: Gajardo recuerda que la medicina legal, como ciencia proclama "que los psico-neuróticos son tan irresponsables como el loco o demente cuando obedecen ciegamen­te a la violencia irrefrenable de sus impulsos morbosos". (1939: 123)

Según Gutiérrez (1986: 39 y ss) el delito del psicótico... "no repre­senta sino una manifestación más dentro del complejo sintomático que lo afecta...no tiene una conciencia de enfermedad mental... tampoco tiene conciencia del delito...se le considera no responsable de sus actos y por lo tanto inimputable".
"Comete el delito dentro de la vorágine dispersa y desintegrada de su mente y en tal acción satisface alguna necesidad instintiva o agresiva y continúa como si no hubiese pasado absolutamente nada".

Gutiérrez opina que por consideraciones de orden clínico "gravedad del desorden psicótico, con síntomas muy marcados, se les considera como no responsables de sus actos, terminando la acción en la declaración de inimputabilidad.

Mejías Valbuena se pronuncia por la "exculpación" cuando el diag­nóstico de esquizofrenia está ya establecido, incluso en los casos con­siderados leves. "Donde hay esquizofrenia existe un gran trastorno patológico de la actividad mental y nosotros no somos capaces de penetrar en la situación anímica del agente". (1998: 324).

Para mayor ilustración, el mismo autor analiza varios casos de la jurisprudencia española en los cuales, la esquizofrenia, cuando ha llega­do a su etapa crítica, incluyendo la demencia, es causal eximente. En la esquizofrenia residual, la imputabilidad estará en relación con la cuantía del defecto. En cuanto a la esquizofrenia larvada, que ha pasado inadver­tida para el entorno social del imputado, es eximente incompleta, o sea, atenuante (de la responsabilidad penal). (1998: 328 y 329)

Frente a la responsabilidad penal del esquizofrénico, el doctor Vargas Alvarado (1983: 354) distingue dos posibilidades:
Atenuación: "...la esquizofrenia en las etapas iniciales o subagudas amerita imputabilidad disminuida, Ininputabilidad Total:...en plena actividad es causal de inimputa­bilidad.
Acotando que "la profundidad e intensidad de los trastornos es­quizofrénicos y el tipo clínico deben ser los criterios a tener en cuenta en el estudio de cada caso en particular, además del estudio del hecho delictivo". (IDEM).

El padre Pérez Llantada (1971: 66) cita a Codon y López Saiz, para afirmar que lo temprano del diagnóstico permite que no llegue a mayores la cifra roja del delito esquizofrénico. El mismo autor refiere que las formas ligeras, al comienzo de la enfermedad se llaman "período médico-legal", porque mientras permanece inadvertida su condición, el psicótico comete las mayores infracciones.

Entre las transgresiones más frecuentes de los esquizofrénicos se cuentan las automutilaciones, algunas de las cuales tienen rasgos brutales, escalofriantes. El doctor Hernández Vargas (2000: e.p.) recuerda casos en los cuales pacientes del Hospital Psiquiátrico de Maracaibo se arrancaron los ojos o se castraron, o se inflingieron otros graves daños físicos, en sus ratos alucinatorios. También recuerda muchos casos de suicidios, algunos asombrosos, como el de un paciente que se ahorcó de rodillas, poniendo un pequeño amarre a la altura de una ventana.

En su especialísima obra sobre la psicosis, el doctor Juan Calistri (1974: 83-108) se resistió a la tentación de catalogar o clasificar bajo una nomenclatura rígida las diversas formas de psicosis, y en su lugar describió la sintomatología difusa de esta enfermedad, mencionando los trastornos de la percepción, del pensamiento, de la consciencia del yo, de la afecti­vidad, de la memoria, de la actividad y de la acción exterior.

Abordando este tema, el de la difícil clasificación de las psicosis y de los problemas para definirlas, el doctor Carlos Gutiérrez Ferreira (1986:39) apuntaba:

"La conducta psicótica, si tenemos oportunidad de ver un sujeto de estos, resulta compleja e incomprensible, para quienes no se encuentran en su estado, es decir, insólita o absurda".

El Manual de Diagnóstico de la OMS, incluye, además de las formas esquizofrénicas, una variedad de psicosis como la afectiva, la alucinatoria crónica, la cicloide, la depresiva-reactiva, la histérica, la simbiótica y la sintomática.
Feldman (1977: 63) distingue las psicosis psicógenas en las cuales intervienen circunstancias ambientales y son precipitadas por situaciones psicológicas traumatizantes. Equivalen a las que Montero y Márquez catalogan como "psicosis reactivas breves" que tienen un curso breve y de buen pronóstico y está impulsada por agentes estressores. La particularidad de estas psicosis es durar menos de un mes. (Álvarez 1993: 49 y ss).

Dentro de estas psicosis reactivas breves, Montero y Márquez men­cionan la aparición súbita de manifestaciones delirantes y alucinatorios, la obnubilación de la conciencia, el delirium onírico y el estado crepuscular. Muy interesante a los efectos de este trabajo es la llamada "reacción aguda ante gran tensión" que se desencadena por fuertes agentes estresores, físi­cos o psicológicos, como terremotos, inundaciones, incendios, accidentes automovilísticos, guerras y conmociones sociales.

Venezuela ha vivido en los últimos años dos episodios de asombrosas implicaciones criminológicas. En el "sacudón" popular de febrero 1989, a las turbas que saquearon y destrozaron numerosos negocios citadinos siguió una espantosa represión policíaco-militar que, corno se sabe, dejó centenares de muertos y desaparecidos. En diciembre de 1999, tras la so­liflucción del Litoral Caraqueño, gente de todas las condiciones se dedicó al pillaje y el saboteo. Y en las dos ocasiones soldados y policías dispararon irresponsablemente, al parecer sin causa. ¿Cómo pudo "enloquecer" tanta gente en forma descoordinada pero a la misma vez? Pudieran tratarse de psicosis reactivas que afectaron a la población. En todo caso, el tema debería ser objeto de un reposado estudio.

El padre Pérez Llantada (1971: 51 y ss) refiere las psicosis paranoicas y dentro de estas: los delirios de reivindicación, que hace a los individuos recelosos, vengativos, a otros querellantes que asumen causas risibles corno razón de vida o muerte, otros inventores y otros apasionados idealistas. En los delirios pasionales incluye el delirio erotomaníaco que produce una exacerbación de la libido, hasta niveles patológicos, también la megaloma­nía (delirios de grandeza) y la celotipia. En esta última, la persona llega a obliterar toda la conducta de su pareja, a convencerse sin fundamento que le es infiel, y a pensar en su eliminación física. Muchos inexplicables casos, en los cuales un ancianito mata a su esposa igualmente vieja, se explicarían por esta celotipia.

Asimismo ese curioso criminólogo que fue también sacerdote jesuita, Fernando Pérez Llantada (1971: 7 y ss) menciona las psicosis sifilíticas, generadas por el agravamiento de esa enfermedad venérea.

Quizás la forma más interesante —a los efectos de este trabajo— sea la psicosis maníaco-depresiva, pues según Vargas Alvarado (1983-356), impulsa desgracias personales como el suicidio y el mal llamado homici­dio-altruista, por ejemplo, cuando la madre se lanza al vacío con su hijo en los brazos.

El mismo autor se pronuncia por la inimputabilidad en las fases maníaca y depresiva de la psicosis.

El psicótico es esencialmente un enfermo, y según su grado de en­fermedad va a responder penalmente por los hechos imputados. A todo evento, sea que prospere la tesis de inimputabilidad o de atenuación de su responsabilidad, el imputado debe ser asumido como paciente y recibir la terapia apropiada. El doctor Calistri (1974: 245-283), menciona como tratamientos probables las terapias de choque el tratamiento de sueño pro­longado, el tratamiento con psicofármacos y dentro de las psicoterapias, la hipnosis, la ergoterapia, la psicoterapia persuasiva, la intimidativa, la conductual, la freudiana y las psicoterapias interpretativas, reeducativas y de orientación.


III.1. EL PSICOPATA COMO ENFERMO MENTAL

Uno de los personajes emblemáticos de la percepción criminológica popular es el psicópata criminal, posicionado en la cultura de masas desde los años sesenta, con la memorable producción de Alfred Hicthcock sobre Norman Bates, el hotelero que asesinaba fría y compulsivamente a casi todos los personajes del film.

La industria cinematográfica tiene casi medio siglo cautivada por las dimensiones del psicópata, constituyendo ese tema un menú principal —de los más taquilleros y por ende productivos— del séptimo arte. A su lado, la televisión, la literatura (las novelas policíacas, de suspenso, de acción) y el teatro, marchan también impactadas por el incomprensible fenómeno del asesino sin causas.

El médico español Manuel Casas y Ruiz del Arbol (1962:141), resu­mió los siguientes caracteres como propios de la personalidad psicopática:
a)   Ir ligadas a alteraciones cenestésicas y afectivas, subjetivamente mo­lestas (de aquí se deduce la justificación etimológica de la palabra psicópata, que significa "sufre de la psique".
b)   Presentarse casi exclusivamente frente a los estímulos y situaciones que normalmente reactivan la emotividad o mejor, que tienen una categoría y significación fácilmente desencadenantes de un conflicto mental.
c)    No llegar a ofuscar por completo la capacidad de juicio, y sobre todo, no persistir en su violencia más allá de unos días o semanas.
d)    Ser predominantemente influenciables por psicoterapia.
e)   Aparecer ya en una época precoz del desarrollo mental y seguir mani­festándose episódicamente en todo el curso de la vida.

Suele confundirse este psicópata con el psicótico que describimos anteriormente.

El doctor Gutiérrez Fereira (1986: 82-83) nos permite diferenciar ambas condiciones:

El psicótico o enajenado
"El psicótico... está fuera de la realidad, inmerso en su mundo... caótico, disperso... los estímulos del mundo exterior al llegar a su mente son de inmediato distorsionados...
"El psicótico no es consciente de su enfermedad mental, inclusive suele pensar que los locos son los otros (transitivismo)...
"El psicótico o enajenado no es consciente de que hace o actúa mal... "La conducta del psicótico es habitualmente dispersa, errática, caótica y desorganizada, sin plan ni metas definidas, como se le ve muchas veces deambular por las calles y plazas con la mirada perdida, como ausentes, sucios, desaliñados, con la barba crecida...
"El psicótico o enajenado no sabe lo que hace...
         "El psicótico es un destructivo desintegrado y fuera de la realidad

El psicópata o de personalidad anormal
"El psicópata, en cambio, se mantiene en contacto con la realidad y en la men­te del psicópata no existen distorsiones de la misma. Su conducta anormal... se debe a una falla fundamental del control de impulsos instintivo-agresivos en
cuya base se encuentra una quiebra de las instancias represoras superiores... "El psicópata posee conciencia de sus anormalidades de conducta, posee la capacidad de compararse con los demás y puede diferenciar su conducta de la de los otros, pero no puede evitar la exteriorización de sus impulsos negativos, destructivos o agresivos...
"El psicópata, al manifestar sus impulsos agresivos o destructivos, estando ecuánime, sin droga tóxica que lo perturbe, discurre en forma perfectamente fría, calculada, con metas y fines definidos, cuidando inclusive de no ser descubierto infraganti (psicópatas inteligentes), con astucia.
"El psicópata sí sabe lo que hace y cómo lo hace...
"El psicópata es un destructivo mentalmente integrado y en contacto con la realidad'.
El escritor Francisco Herrera Luque (1990: 20), en su rol de psiquia­tra, produjo un notable estudio sobre las personalidades psicopáticas, destacando que estadísticamente hablando, presentaban una mayor in­cidencia de los siguientes fenómenos:

a)   Disfunciones metabólicas.
b)   Malformaciones congénitas y displasias.
c)    Menor resistencia a las enfermedades toxicoinfecciosas.
d)   Mayor mortalidad.
e)   Mayor prolifidad. (1990: 20).

Del mismo modo recuerda que Kretschmer (autor de la clásica catalogación que define los estados normales, subnormales y anormales de la personalidad) acusaba en el temperamento de los psicópatas una incidencia de su fórmula neurológica y endocrina.* Y justifica el complejo caractereopático de los psicópatas por una disfunción general, de base es­tructural, la cual se desprende de la conjunción de todos esos factores.

Sobre la razón que les compele a la criminalidad, Herrera Luque (1990:75) decía:

El padre Pérez Llamada (1971;5) incluye la cleptomanía (irresistible compulsión a robar sin necesidad) dentro de las manifestaciones psicopáticas. Pareciera que en nuestra sociedad de masas mucha gente sufre de cleptomanía sin otros síntomas psicopáticos.

El penalista Carlos Simón Bello Rengifo señala que el problema es determinar si la psicopatía constituye o no una enfermedad mental. "La respuesta variará según el radio de comprensión de la locución enferme­dad mental y del término psicopatía, aun cuando la precisión de éste deje mucho que desear, pues la ciencia médica todavía no ha aportado una de­finición precisa que aleje la incertidumbre e inseguridad". (1988: 279).

Responsabilidad penal del Psicópata: La ciencia médica no tiene todavía fundamentos concluyentes para defender la probable atenuación de la responsabilidad penal del psicópata. En Estados Unidos, sociedad puritana y liberal, la pena de muerte se ha mantenido vigente en diversos estados y se aplica a criminales con monstruoso prontuario, quienes son esencialmente psicópatas.

El doctor Gutiérrez Fereira (1986: 83-84) se pronuncia conclusi­vamente sobre el tema:
"La Ley no puede reconocer atenuantes en el caso del psicópata-delincuen­te y no puede hacerlo, pues este es capaz de optar y es libre de hacerlo, desde que no se encuentra atado a trastornos mentales que lo sacan de la realidad.
"El hecho de que el psicópata no pueda renunciar, ni evitar la exterioriza­ción de sus tendencias anómalas, las que objetiva en su conducta antisocial o disocial, tampoco lo exime de responsabilidad o culpabilidad, pues la administración de justicia no puede ponerse en el caso del por qué este individuo no pudo forjar una conciencia moral y social adecuada, o tener en cuenta que su propia estructura afectiva se lo impida".

Pero el ya citado doctor Casas y Ruiz del Árbol (1962: 145 y ss), ha planteado una posición digamos que intermedia sobre la atenuación de la responsabilidad penal del psicópata.

En principio reconoce su relativa normalidad: "el psicópata no es un verdadero enajenado... Sus actos emanan de su personalidad como actos naturales a la misma y no tienen el carácter de eximentes". Pero asume la idea de "aplicarles una responsabilidad atenuada, por considerarlos medio normales—". Advirtiendo a su vez que:

"...desde el punto de vista de la profilaxis del crimen, el psicópata criminal debería estar más tiempo detenido o retenido que el criminal no psicópata, y además, debería estarlo en establecimientos especiales".

El penalista Carlos Simón Bello Rengifo señala que el problema es determinar si la psicopatía constituye o no una enfermedad mental. "La respuesta variará según el radio de comprensión de la locución enferme­dad mental y del término psicopatía, aun cuando la precisión de éste deje mucho que desear, pues la ciencia médica todavía no ha aportado una de­finición precisa que aleje la incertidumbre e inseguridad". (1988: 279).
IV. LA  EPILEPSIA
La epilepsia (del latín epilepsĭa, y este del griego πιληψία, intercepción) es una enfermedad crónica caracterizada por uno o varios trastornos neurológicos que deja una predisposición en el cerebro para generar convulsiones recurrentes, que suele dar lugar a consecuencias neurobiológicas, cognitivas y psicológicas.
Una convulsión o crisis epiléptica o comicial es un evento súbito y de corta duración, caracterizado por una anormal y excesiva o bien sincrónica actividad neuronal en el cerebro. Las crisis epilépticas suelen ser transitorias, con o sin disminución del nivel de consciencia, movimientos convulsivos y otras manifestaciones clínicas.

LA EPILEPSIA, según Gajardo (1939: 124 y ss), se presenta en dos formas:

1.     La genuina o esencial en la cual periódicamente llegan ciertas crisis o ataques convulsivos, el individuo pierde el conocimiento y cae al suelo víctima de convulsiones. Durante ese estado, el enfermo pierde la conciencia y después no recuerda lo ocurrido.
2.     El carácter epiléptico que se concreta en una personalidad pato­lógica y de la cual deriva un peligroso delincuente porque ciertos crímenes horrendos, caracterizados por la ferocidad son cometidos por epilépticos.

Recuerda que hay una epilepsia sintomática que surge como conse­cuencia de haber padecido encefalitis, sífilis, meningitis, diabetes, un fuer­te traumatismo o al profundizarse un cuadro crónico de alcoholismo.
Existen más de 40 tipos diferentes de epilepsias. Síndrome epiléptico es el nombre de un conjunto de signos y síntomas específicos, que incluyen uno o más tipos de crisis epiléptica junto con sintomatología no necesariamente convulsiva, como por ejemplo, retardo mental o psicomotor, y que pese a constituir una entidad diferenciable clínicamente, puede tener diversas causas.
Existen también enfermedades epilépticas, que por razón de sus características, específicas y bien definidas, cursan con convulsiones repetitivas. Habitualmente tiene nombre propio, como la Enfermedad de Unverricht-Lundborg o el síndrome de Lennox-Gastaut. Otros síndromes epilépticos incluyen:
  • Encefalopatía epiléptica : en la cual se cree que las propias crisis convulsivas contribuyen al establecimiento de un trastorno progresivo de la función cerebral.
  • Síndrome epiléptico benigno: se considera benigno aquel síndrome epiléptico que es fácilmente tratable o no necesita tratamiento por ser autolimitado en el tiempo y remitir sin secuelas.
  • Síndrome epiléptico/epilepsia refleja: son aquellos síndromes epilépticos en los que todas las crisis comiciales se desencadenan por un estímulo sensorial.
  • Síndrome epiléptico/epilepsia reactiva: son aquellas epilepsias relacionadas con una situación previa, como las crisis convulsivas por deprivación alcohólica.
  • Síndrome De Epilepsia en niñas asociada a Retraso Mental: Es una epilepsia genética que se da en niñas dentro de los tres primeros años de vida, las crisis pueden ser de distinto tipo las más frecuentes son las crisis tonico-clónicas generalizadas o unilaterales, normalmente comienzan con convulsiones en serie, suele confundirse con otros Sindromes como el Dravet o el de Rett, las niñas entre los 14 meses y 36 meses pueden tener regresiones, retraso mental, autismo u trastornos del comportamiento, pese a todo hay un porcentaje de niñas con coeficiente intelectual normal o límite. Las crisis pueden comenzar con fiebre, sin fiebre y/o con las vacunas (Importante señalar que las vacunas no son la causa, son el detonante) como ocurre con el Sindrome de Dravet. En 2007 se encontró la mutación causante de la enfermedad, el PCDH19. Esta epilepsia también es llamada síndrome de Juberg - Hellman
  • Epilepsia catamenial: es aquella que varía la frecuencia de las crisis dependiendo de la fase del ciclo menstrual en el que se encuentre una mujer. La mayoría presentan crisis epilépticas inmediatamente antes o durante la menstruación, o un incremento de éstas.
  • Epilepsia occipital benigna de la infancia: la mayoría de las autoridades incluyen dos subtipos, un subtipo de inicio temprano con entre tres y cinco años, y uno de inicio tardío, entre los siete y los diez años. Los pacientes más jóvenes suelen experimentar síntomas similares a la migraña con náuseas y dolor de cabeza, mientras que los pacientes mayores suelen quejarse de alteraciones visuales como escorotomas o amaurosis.
  • Epilepsia primaria de la lectura: en los individuos susceptibles, la lectura provoca crisis parciales típicas, afectando a los músculos de la masticación y a la vista. El desarrollo se suele dar durante la postpubertad. Las crisis las provoca independientemente cualquier texto y las induce con una mayor frecuencia la lectura en voz alta.
  • Epilepsia rolándica: también conocida como epilepsia benigna de la infancia con puntas centrotemporales, es el síndrome epiléptico más común en niños, desapareciendo en la adolescencia. Normalmente consiste en crisis parciales junto a salivación y disartria durante el sueño. En la mayoría de los casos no es necesario tratamiento alguno.
  • Encefalitis de Rasmussen: enfermedad rara, de etiología desconocida, que aparece con una mayor frecuencia en niños de edades comprendidas entre los tres y los doce años. Aparte de la encefalitis, el deterioro neurológico y los anticuerpos autoinmunes, se caracteriza por crisis epilépticas, normalmente parciales continuas.
  • Síndrome de Dravet: las crisis epilépticas comienzan como crisis clónicas generalizadas o unilaterales, durante el primer año de vida del paciente. Suelen ser prolongadas (hasta 20 minutos).
  • Síndrome de Ohtahara: es una forma rara de síndrome epiléptico combinado con parálisis cerebral. Se caracteriza con crisis frecuentes, que suelen comenzar en los pocos primeros días de vida.
  • Síndrome de West: crisis breves durante el primer año de vida del enfermo, bilaterales y simétricas. Se acompaña de retraso psicomotor.

A nivel médico-legal es muy importante el estado crepuscular que según el mismo Gajardo (Ibidem) consiste en un:

"oscurecimiento de la conciencia, llamado así por la analogía con la hora del crepúsculo, en que se funden la luz y la obscuridad, produciendo la penumbra. En los estados crepusculares epilépticos parece que se confun­dieran la vigilia y el sueño, produciendo un estado de semi-inconsciencia en que el enfermo anda sin finalidad alguna recorriendo a veces grandes distancias".
El padre Pérez Llantada (1971:45) afirma que la epilepsia es una de las enfermedades mentales de mayor importancia jurídica, recordando que el enfermo puede cometer toda clase de infracciones,

"...todas las transgresiones llevan la señal de la impulsión inconsciente, del hecho imprevisto e insólito: actos brutales, instantáneos, sin motiva­ción, llevados a cabo por el sujeto sin noción de su ejecución... crímenes, incendios, violaciones feroces y otros delitos sexuales, profanación de cadáveres, destrucciones, suicidios espeluznantes...
Es característico, a la par de la violencia, la inconsciencia del acto, la falta de disimulo, el sueño irresistible en ocasiones que impele al epiléptico, a no huir ni ocultarse, haciéndole caer en ocasiones dormido al lado de la víctima con olvido completo de lo acaecido o con un recuerdo vago y confuso".

La responsabilidad penal del epiléptico: Según el maestro Men­doza Troconis (Op. cit., 12-13), la crisis epiléptica más o menos acentuada, produce atenuación pero no irresponsabilidad...
"...la ciencia exige que la epilepsia debe resultar probada en la historia individual del reo: presencia de psicosis o neurosis en las tres últimas ge­neraciones de la estirpe del reo,; presencia de criminalidad y persistente anomalía del carácter del reo en la segunda infancia, probada tendencia de él a las emociones de ira y represalia, de odio o impulsividad, resisten­cia a toda educación moral, elementos todos que pueden determinar su alteración total o parcial en el momento de cometer el hecho".

Vargas Alvarado (1983: 350) admite tres posibilidades:
INIMPUTABILIDAD TOTAL: "Cuando el delito se comete antes, du­rante o inmediatamente después de los paroxismos en estado crepuscular, en fuga epiléptica o existen rasgos demenciales acentuados, cabe declarar al individuo como inimputable porque no está en capacidad de controlar sus impulsos".

IMPUTABILIDAD: "En cuanto al delito cometido en los intervalos, si el acto ha sido premeditado, discutido y realizado con lucidez, procede la imputabilidad".

ATENUACION DE LA RESPONSABILIDAD: "Si el acto denota pro­fundo trastorno del carácter, impulsividad, hostilidad, irritabilidad, des­confianza, brutalidad, conviene declarar la imputabilidad disminuida".

Barbero y Prieto (1962: 133), al explorar las teorías sobre la res­ponsabilidad penal del epiléptico, recordaron la tesis intermedia de varios especialistas que han planteado la "semirresponsabilidad de todos los epilépticos, al menos en aquellas actuaciones cometidas unos días antes o después del acceso...". Pero se pronunciaron por la tesis de Mezger: "El problema de la responsabilidad de los epilépticos debe resolverse caso por caso"; es decir, no aplican las generalizaciones y en cada proceso, tanto los peritos como los juzgadores deben ponderar todas las circunstancias, el historial médico, la personalidad del imputado, y el nivel de consciencia al momento de realizar el hecho punible, para determinar su grado de responsabilidad.

El abogado venezolano Nelson René Cristofini, en su desempeño como Fiscal del Ministerio Público en Caracas, formuló cargos contra un vigilante privado (sereno) de 28 años de edad, con padecimiento de epi­lepsia, quien tras un altercado mató en plena vía pública a un Supervisor de Seguridad del IPASME (Instituto de Previsión Social del Magisterio). El procesado, en su declaración cuenta que entre la trifulca con la víctima y otra persona, comenzó a temblar "me dio dolor de cabeza y empecé a oír voces... saqué el revólver y me le fui encima". (CRISTOFINI; circa 1996: 98) Según los testimonios del expediente, también había agredido y disparado contra otra persona, afortunadamente sin acertar los tiros. Cuando el clamor público condujo a su detención, caminaba sucio y ensangrentado, todavía con el arma en la mano.

El caso y el juicio se sucedieron en el año de 1994, en plena vigencia del Código de Enjuiciamiento Criminal. Al definir la Calificación Jurídica, el Fiscal consideró la condición epiléptica del procesado "si bien es cierto es una enfermedad que produce entre otras cosas Convulsiones, tampoco es menos cierto que no produce LOCURA o DEMENCIA, ni se pierde por ello la conciencia o la libertad de los actos...". (IDEM, 99). En el Petitorio se planteó cambiar la calificación de Homicidio Calificado a Homicidio Culposo, según el artículo 407 del Código Penal.

V. LA NEUROSIS
El término neurosis fue propuesto por el médico escocés William Cullen en 1769 en referencia a los trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades del sistema nervioso. En psicología clínica, el término se usa para referirse a trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral adecuado de las personas.
Existe una confusión generalizada sobre el término neurosis. Por un lado se aplica, como síntoma, a un conjunto heterogéneo de trastornos mentales que participan de mecanismos inadaptativos ligados a la ansiedad. Por otra parte, su uso popular (como sinónimo de obsesión, excentricidad o nerviosismo) ha provocado su extensión a terrenos no estrictamente ligados a la enfermedad mental.
La forma más conocida o identificada por el vulgo es la neurastenia, que es un estado que combina el decaimiento físico y el mal humor con la euforia, es decir, la depresión y la irritación constantes.

Según Vargas Alvarado (1983: 361) las neurosis constituyen alte­raciones intermedias o eslabón entre los diversos recursos de adaptación que inconscientemente utiliza la mente común y los métodos que se observan en el psicótico.
El término neurosis fue abandonado por la psicología científica y la psiquiatría. Concretamente, la O.M.S. (CIE-10) y la A.P.A. (DSM-IV-TR) han cambiado la nomenclatura internacional para referirse a estos cuadros clínicos como trastornos, entre los que se incluyen:
  1. Trastornos depresivos (distimia, ciclotimia, episodios depresivos leves, moderados o graves [con o sin síntomas somáticos])
  2. Trastornos de ansiedad (fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, agorafobia, crisis de angustia, trastorno por estrés postraumático, trastorno de ansiedad generalizada)
  3. Trastornos somatoformes (dismorfofobia, trastorno de conversión, hipocondría, dolor somatoforme, trastorno de somatización)
  4. Trastornos disociativos (Trastorno de identidad disociativo, fuga y amnesia psicógenas, trastorno de despersonalización, trance y posesión)
  5. Trastornos sexuales:
b.- Disfunciones sexuales (deseo inhibido, aversión al sexo, anorgasmia, impotencia, eyaculación precoz, dispareunia, vaginismo)
  1. Trastornos del sueño (insomnio, hipersomnia, parasomnias, terrores nocturnos, sonambulismo, disomnia)
  2. Trastornos facticios
  3. Trastornos del control de impulsos (cleptomanía, trastorno explosivo intermitente, ludopatía, piromanía, tricotilomanía)
  4. Trastornos adaptativos
  5. Factores psicológicos que afectan al estado físico
  6. Trastornos de la personalidad
  7. Códigos V (simulación, problemas interpersonales, duelo patológico, problemas funcionales, rol de enfermo, etc.)
El catedrático español José María Navarrete (1962: 468) explica que las neurosis constituyen uno de los problemas más delicados en el inmenso campo de las enfermedades mentales ya que son enfermedades espirituales que proceden de lo espiritual. Citando a Mezger advierte que las neurosis se llaman neurosis porque en realidad son psicosis y las psicosis se llaman psicosis porque en realidad son neurosis.

"Las psicosis son enfermedades mentales con una base somática conocida o por lo menos, postulada... Las neurosis, en cambio son trastornos psí­quicos condicionados espiritualmente, conflictos internos del individuo, falencias capaces de producir estados anímicos anormales y también tras­torno corporales, pero no debemos tomar el efecto por causa: el trastorno psíquico no es producido por un estado patológico corporal, sino a la inversa, que la reacción corporal tiene por causa el estado anímico".

En su "Psiquiatría de Urgencia", Feldman (1977: 101), aporta más diferencias entre la psicosis y la neurosis. Resumamos:
La neurosis tiene una etiología fundamentalmente psicosocial, del entorno familiar, afectivo, profesional, referida a la crianza y las contradicciones sociales y culturales.
La etiología de la psicosis es variable, orgánica en las psicosis aso­ciadas a infecciones, traumas y de origen mental en las reactivas. La neurosis tiene un tratamiento básicamente psicológico, secun­dariamente farmacológico.
La psicósis tiene un tratamiento básicamente farmacológico, secun­dariamente psicológico.

En la neurosis se conserva el juicio sobre la realidad y se mantiene una conducta social normal, claro que con angustias, fobias, obsesiones y manías.

En la psicósis se altera la comprensión de la realidad, se producen
ideas delirantes, alucionaciones, incoherencias y desorientación.

El mismo Navarrete (Íbidem), menciona las más conocidas formas
de neurosis:
Neurosis de deseo en sus variantes de traumática, sinestrósica, o de renta, de situación o de objeto, neurosis de guerra, de paro, de prisión, de do­mingo, neurosis histérica, neurastenia, neurosis incoercible de Kraepelin, neurosis obsesiva, las fobias, impulsiones y compulsiones, neurosis de ansiedad, neurosis colectivas y epidemias psíquicas, etc."

En cuanto a la disímil sintomatología de las neurosis, que son padecimientos a veces indeterminados, difíciles de clasificar o englobar dentro de categorías, Gutiérrez Fereira (1986: 65) señala:

...los pacientes neuróticos, no pierden el contacto lúcido con la realidad, no se apartan o alejan de ella a diferencia de los psicóticos. Tampoco se disgregan y su psiquismo mantiene un nivel adecuado de coherencia e integridad. Tampoco los neuróticos exhiben deficiencias ni deterioros mentales... ni trastornos de la lucidez de la conciencia".

Ahora bien, siendo estados emocionales incontrolables que generan una pérdida de control de la voluntad, un desequilibrio temporal, las neurosis tienen su importancia específica para el estudio de la responsa­bilidad penal.

Responsabilidad penal del neurótico: Según Vargas Alvarado (1983:362), "el neurótico raramente delinque. Si alguna vez lo hace es más bien por omisión, debido a su falta de acción al refugiarse en la enfermedad".

El mismo autor destaca que los crímenes del neurótico provienen de los casos de la histeria y de la obsesivo-compulsiva.

"En la primera hay fraude, engaño y atentados contra el honor y algu­nos contra la propiedad, automutilaciones, tentativas de suicidio, falsas denuncias de atentados sexuales, todo dentro de los intereses de su en­fermedad... La neurosis obsesiva sí genera delitos".

Pero apunta Gutiérrez Fereira (1986: 67) que los neuróticos, al estar plenamente conscientes de sus actos, son para el Derecho respon­sables de sus actos (imputables), al punto que no deben ser objetos de interdicción civil.

Para este autor, la condición de neurótico tiene peso como atenuan­te, ya que el individuo ha perdido momentáneamente su pleno dominio sobre las funciones psíquicas indispensables. "Lo difícil en esto al igual que en el caso de los estados de anublamiento o crepusculares de la con­ciencia es probarlo", advierte.

De tal manera que las neurosis constituyen un aspecto fundamental dentro del amplísimo campo de los trastornos del comportamiento, y una vez demostrada su incidencia en el hecho delictivo pudiera servir como causal para atenuar la pena.
Llama la atención que el Código Penal Venezolano consagra una causal de atenuación específica para el que corneta un hecho delictivo bajo estado de "arrebato e intenso dolor", lo que en la práctica ha servido para disminuir la responsabilidad de muchos hombres celosos cuando creen sorprender en infidelidad a su pareja. Esta institución, como el bárbaro artículo que consentía el infanticidio para preservar el honor familiar (felizmente derogado), es como un tácito reconocimiento de los legisladores venezolanos de la época a los estados neuróticos que cuarenta años atrás se consideraban normales dentro de los cánones morales de la sociedad.


VI. TRASTORNOS MENTALES DE ORIGEN ORGANICO

Este grupo de trastornos se caracteriza por la anormalidad psíquica y conductual asociada a deterioros transitorios o permanentes en el funcionamiento del cerebro. Los desórdenes presentan diferentes síntomas según el área afectada o la causa, duración y progreso de la lesión. El daño cerebral procede de una enfermedad orgánica, del consumo de alguna droga lesiva para el cerebro o de alguna enfermedad que lo altere indirectamente por sus efectos sobre otras partes del organismo.
Los síntomas asociados a los trastornos orgánicos mentales podrán ser el resultado de un daño orgánico o la reacción del paciente a la pérdida de capacidades mentales. Ciertos trastornos presentan como característica principal el delirio o un estado de obnubilación de la conciencia que impide mantener la atención, acompañado de errores perceptivos y de un pensamiento desordenado e inadaptado a la realidad.
Otro síntoma frecuente de los trastornos orgánicos como la enfermedad de Alzheimer, es la demencia, caracterizada por fallos en la memoria, el pensamiento, la percepción, el juicio y la atención, que interfieren con el funcionamiento ocupacional y social. La demencia senil se da en la tercera edad y produce alteraciones en la expresión emocional (apatía creciente, euforia injustificada o irritabilidad).
Esquizofrenia: La esquizofrenia abarca un grupo de trastornos graves, que normalmente se inician en la adolescencia. Los síntomas son las agudas perturbaciones del pensamiento, la percepción y la emoción que afectan a las relaciones con los demás, unido a un sentimiento perturbado sobre uno mismo y a una pérdida del sentido de la realidad que deteriora la adaptación social. El concepto de ‘mente dividida’, implícito en la palabra esquizofrenia, hace referencia a la disociación entre las emociones y la cognición, y no, como vulgarmente se supone, a una división de la personalidad que, más bien, hace referencia a otro tipo de trastornos como la personalidad múltiple o psicopatía, denominada así por el psiquiatra alemán Emil Kraepelin.

RESPONSABILIDAD  PENAL DEL IMPUTADO
CON TRASTORNOS MENTALES DE RAÍZ ORGÁNICA

El elemento clave a estudiar para la determinación del grado de responsabilidad penal de un enfermo mental por trastornos de raíz orgá­nica es la "noxa", es decir, el estímulo patógeno que produce la alteración en su mente.

La "noxa" puede ser un traumatismo encefalo-craneano (propios de los accidentes de tránsito) o cualquiera de los factores adquiridos ya mencionados.

En la diagnosis forense de este tipo de enfermo juega un papel preponderante otra rama fundamental de la ciencia médica, la neurología, puede encausar la investigación hacia el plano orgánico, somático, de su constitución neurológica, para detectar el alcance de la noxa. También puede resultar muy útil el estudio electro-encefalográfico (E.E.G.) que ofrecería un mapeo eléctrico del cerebro.

Ahora bien, la noxa puede ser sólo el factor desencadenante de una predisposición anterior. El doctor Carlos Gutiérrez (1986:7), al referirse a la noxa como estímulo patógeno, recalcó la relación que existe entre esa desencadenante y la predisposición física del paciente. "En muchas enfermedades mentales existe un desequilibrio bioquímico cerebral que deviene desde la genética, especialmente los códigos de la herencia..."

El peritaje psiquiátrico con imputados que acusen estos trastornos es mucho más complicado. A todo evento se procura determinar no sólo el diagnóstico de la enfermedad, también su origen, y –lo más importante a efectos médico legales– cómo influye su nivel de trastorno en el grado de conciencia, en la capacidad de disposición de sus actos y su lucidez al momento de cometer el hecho delictivo.

La clara raíz orgánica del padecimiento orientaría la exención de responsabilidad del imputado con este tipo de trastornos, pero tampoco en esta clasificación son permisibles las generalizaciones, siendo necesario un estudio detallado y profundo de cada caso antes de producir el informe y el veredicto legal correspondiente.

También la Corea de Huntington, conocida como Mal de San Vito —y de notoria incidencia en ciertos focos poblacionales del estado venezolano del Zulia— que produce una degeneración masiva del tejido cerebral y es de origen genético. La única etapa de interés para este estudio sería al inicio de la enfermedad, cuando aparecen los primeros síntomas, como brotes paranoides, acompañados de cambio de la personalidad. Luego el paciente va quedando progresivamente incapacitado físicamente y pierde toda peligrosidad. (O.M.S. 1992: 76 y ss).

En la exploración médico-legal del coreico (Huntington), Samuel Mejias Valbuena apunta que desde el punto de vista psíquico se llega a una demenciación lentamente progresiva de la capacidad de fijación, de la memoria, del pensamiento, de la capacidad de juicio y, en los casos graves, a un embotamiento afectivo con una postura fuertemente egocéntrica... También pueden aparecer ideas delirantes". (1998: 257).

Uno de estos trastornos orgánicos de especial importancia para estos años es la demencia en la infección por HIV descrita en el Manual de la Organización Mundial de la Salud como un trastorno caracterizado por déficits cognoscitivos, el cual suele evolucionar de forma rápida, en el rápido proceso de declinación del enfermo sidético.

En la demencia por sida se detectan fallos de memoria, lentitud, déficits de concentración y dificultades para la lectura y la resolución de problemas, síntomas generalmente combinados con apatía, reducción de la espontaneidad y retraimiento social. (O.M.S. 1992: 78-79)

La creciente presencia del SIDA en la sociedad moderna le otorga un interés especial a este tipo de demencia, dentro de la criminología y en el propio derecho penal. El sidético —que según Nucette Ríos (2.000, e.p.) se deprime terriblemente y piensa en el suicidio (2.000, e.p.) también cometería un delito escalofriante, que ha espantado la imaginación de muchas personas: el contagio a gente sana en forma consciente y malévola, para "vengarse de la sociedad". Quizás al actuar así está proyectando los primeros síntomas de su demencia o del natural shock de sus funciones psicológicas, natural en una infección masiva y letal como la del sida.


A. TRASTORNOS ORGANICOS ASOCIADOS A LA SENILIDAD

Gutiérrez Fereira (1986:48) incluye dentro de los síndromes cerebrales adquiridos a las demencias seniles y por problemas vasculares, especialmente la arterioesclerosis), muy propio de personas de avanzada edad, en las cuales se va perdiendo progresivamente el sentido de la razón y el dominio de las facultades y del propio control.

Lamentablemente esta senilidad orgánica se asocia en ocasiones con perturbaciones psicóticas, y así tenemos los ancianos que se vuelven agresivos, pederastas, exhibicionistas y hasta sádicos. La previsión legal que manda el confinamiento domiciliario para los delincuentes mayores de setenta años constituye una especie de reconocimiento a la gran ocurrencia de este triste fenómeno.

El doctor Juan Calistri (1974: 208 y ss) recuerda que según un estudio sueco, la demencia senil tiende a aparecer después de los 56 años, con una etapa cumbre, sobre los 75, y entre las lesiones que comprende se cuentan:
a)   La atrofia de las neuronas, por la disminución del espesor de las capas.
b)   La lesión intracelular del Mal de Alzheimer.
c)   Las placas seniles que van afectando progresivamente el cerebro.

Moisés Feldman, en su obra "Psiquiatría de Urgencia" (1977: 153­155), reseña dos enfermedades que producen demencias a temprana edad (antes de los 60 años), y son la de Alzheimer y Pick.

Enfermedad de Alzheimer: Produce trastornos de la memoria reciente, falta de iniciativa y de actividad espontánea, pérdida de la orientación espacial, dificultades de la lectura, luego incluye una progresiva degenera­ción hasta llegar al estado final de demencia, con deterioro del lenguaje, empobrecimiento físico y parálisis.

Enfermedad de Pick: Produce también trastornos de la memoria, altera la conducta social, un retorno a la edad mental de la infancia y mucho descuido físico.
Otros trastornos que pueden producir demencia son la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, de escaso interés criminológico porque tiene una violentísima evolución: el paciente fallece en uno o dos años, en todo caso, produce una demencia intensa y devastadora.
Mejías Valbuena incluye en esta lista de trastornos asociados a la senilidad a la presbiofrenia, "una modalidad de demencia senil que se caracteriza por una conducta levemente submaníaca, una gran energía vital, una pasable conservación de la actividad mental, del orden lógico, del curso del pensamiento, de la personalidad, con graves trastornos de la capacidad de fijación y de la memoria, en ocasiones unidos a fabulaciones". (1998; 254).

Dentro de los trastornos de la senilidad, Feldman (Idem) destaca las depresiones, la demencia, la psicosis arteriosclerótica y la paranoia.

Sobre el porcentaje de incidencia de estos trastornos mentales en ancianos, el sacerdote jesuita Fernando Pérez Llantada (1971: 13 y ss) cita a Solé Sagarra para apuntar que aproximadamente el 40 por ciento de las personas mayores de 70 años pueden considerarse psíquicamente normales. Del restante 60 por ciento que presentan anormalidades, la mitad tiene padecimientos leves y la otra mitad padecimientos graves.

El padre Pérez Llantada (Idem: 15) describe así el cuadro de progresiva degeneración del anciano enfermo dentro del cual pueden ocurrir conductas delictuales:

"La decadencia moral y afectiva son terreno abonado para los delitos contra la honestidad y para toda clase de inducciones, que hacen descui­dar al sujeto los intereses familiares, económicos y profesionales. Todas las transgresiones son absurdas o pueriles, efectuadas sin premeditación, crítica ni finalidad, contrastando también la conducta del demente senil con la que tenía antes de la enfermedad. La peligrosidad comienza siendo intensa y termina desapareciendo en absoluto conforme va progresando la demencia".

En su manual "Principios de Criminología Clínica y Psiquiatría Forense", Benigno Di Tulio (1966: 86) recuerda que como consecuencia de la perturbación y de las perturbaciones:

"Los dementes seniles pueden cometer, con facilidad, diversos delitos, entre ellos el de incendio. La peculiar situación depresiva puede llevar a estos sujetos a cometer pequeños hurtos o apropiaciones indebidas". "Bastante frecuentes son los delitos sexuales, casi siempre contra mucha­chos, en cuya base no hay —como comunmente se piensa— una "obturación de los sentimientos morales", sino un déficit de juicio, perturbación de la comprensión y de los impulsos instintivos".

B. LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL DELINCUENTE SENIL

En lo referente a la inimputabilidad del anciano, el maestro José Rafael Mendoza Troconis (s.f: 72) afirma que no se debe confundir la atenuación de la responsabilidad con la mitigación de la pena. "Un viejo no loco que sea criminal es más culpable por su experiencia" y cita a Gabriel Tarde: "la vejez es el fruto arrugado de la vida: una mala vejez es certificado de mala vida".

El Código Penal Venezolano, que fue corredactado por el doctor Mendoza, no plantea la atenuación de la responsabilidad por la edad, sino la mitigación de la pena, en razón de la falta de fuerzas físicas para cumplir los castigos ordinarios. De allí las formulas previstas:

a)     Arresto hasta por cuatro años para las personas mayores de setenta años, en lugar de presidio o prisión. (Artículo 75 del Código Penal).
b)     Entrega del anciano a su familia, bajo fianza o custodia o internamiento en un establecimiento especializado, en lugar de la pena de arresto o mientras cumple ésta. (Artículos 75 y 62 del mismo Código).
La administración de justicia norteamericana, concretamente en el estado de California, donde aún se mantiene vigente la pena de muerte, conmovió a los abolicionistas con la ejecución en enero de 2006 del anciano Ray Allen, un penado de 76 años, ciego, sordo y diabético, imposibilitado de caminar tras sufrir un infarto.

Ray Allen estaba preso desde hacía décadas. Por su primer crimen fue condenado a cadena perpetua. Entonces, desde la cárcel, contrató a un sicario quien asesinó a tres testigos que declararon en su contra. Descubierta la trama y precisada su responsabilidad, fue condenado en 1982 a la pena capital.

El caso planteó un debate principista. El Gobernador del estado de California rechazó conmutarle la muerte por cadena perpetua bajo el argumento de que esta reclusión "no es el castigo adecuado para alguien que ordena asesinar testigos cuando está cumpliendo una condena de cárcel de por vida". También alegó que cuando Allen ordenó el segundo crimen (contra los testigos) ya era un hombre maduro, de 50 años de edad.
La administración de justicia californiana quiso con esta ejecución sentar un precedente para garantizar la integridad de los testigos como base cuadrangular del sistema probatorio. Los críticos señalaron la excesiva estadía del reo en el "Pabellón de la Muerte". 24 años, casi un cuarto de siglo, esperando por la inyección letal y cuando esta no se aplicó sobre el robusto criminal cincuentenario sino en un anciano inhábil y quizás desmemoriado. (EFE, 2006).


VII. LA ANORMALIDAD MENTAL EN LOS DELITOS SEXUALES
Es muy probable que los delitos sexuales se originen en una psicopatología oculta o difusa del individuo.. Ya vimos como la pederastia a la que llegan algunos ancianos es consecuencia de su progresiva degeneración mental, no por un relajo moral del cual tengan pleno conocimiento.

En principio debemos diferenciar los delitos sexuales —penados por la ley— y las parafilias o trastornos de la inclinación sexual.

Eligio Nucette Ríos (1997: 52), esquematiza cuáles son los delitos sexuales de acuerdo a la legislación penal venezolana:

"Violación, actos lascivos violentos, seducción, prostitución o corrupción de menores, incesto con escándalo público, actos públicos de ultraje al pudor y a las buenas costumbres, inducción, facilitación o favorecimiento a la prostitución; constreñimiento violento o fraudulento de la prostitución familiar, pornografía y rapto. También...los delitos matrimoniales, relativos a la integridad familiar: adulterio, bigamia y suposición o su­presión de estado...
El Código Penal Venezolano...tipifica como delitos conductas sexuales preferentes de personas afectadas de algunas parafilias (transvestismo, exhibicionismo, etc.)... puede incluirse la zoofilia...como profanación de cadáver la necrofilia. La Gerontofilia puede ser considerada como violación por la situación de inferioridad física".

Explica el destacado psiquiatra, criminólogo e investigador zuliano que las pautas de comportamiento sexual han sido siempre otorgadas por la sociedad y que dentro del incesante proceso de cambio, muchas conductas normales de la contemporaneidad eran prohibidas y punibles en el pasado. Numerosas prácticas sexuales, por más escandalosas que parezcan, no son delitos, "no todos los delincuentes sexuales están enfermos ni todos los desviados sexuales incurren en delitos en razón de su desviación", concluye Nucette.

Una autoridad mundial en este tema, el criminólogo hebreo-chi­leno, fundador del Instituto de Chiminología de Chile, Israel Drapkin (1962: 199) añade que muchos parafílicos cultivan pacíficamente su des­viación sin molestar a nadie... "consiguen establecer relaciones voluntarias y privadas con otros adultos (homosexualidad, diversas manifestaciones de sodomía, etcétera).

En el caso de la homosexualidad, esta no es un delito a menos que incurra en pedofilia homosexual (violación, actos lascivos violentos, corrupción o inducción a la prostitución y la corrupción de menores).

Vargas Alvarado (1983: 359) recuerda que algunos autores han atribuido la psicopatología a impulsos homosexuales reprimidos que el individuo puede proyectar, invertidos y elaborados, hasta temer ser asesinado por homosexuales. Más adelante aclara que no todos los síndromes paranoides tienen esa base única de homosexualidad reprimida.

La filmografía de Hollywood y una moda literaria de vasto alcance ha posicionado el clissé del psicópata que también es homosexual (v.g. el asesino en serie del laureado film "El Silencio de los Inocentes, de Jonatham Demme). Ciertamente en los submundos donde se conjugan la homosexualidad con las drogas, el contrabando, el tráfico sexual y los abusos contra menores, se refugian psicópatas que de otra forma no tendrían como encausar su enorme agresividad e hiperkinesis.

Israel Drapkin (1962: 198) ensayó una hipótesis, a medio camino entre la psicología y la sociología, para explicar cómo el rechazo social influye en la criminalidad del desviado sexual:

"Es muy posible que el carácter esencialmente polimorfo de la sexualidad humana –que constituye el fundamento de la diversidad de su conducta sexual– sea también el responsable, en gran medida, de la violenta reacción social que a veces constatamos se ejerce contra todo aquel que se atreve a expresar su líbido por senderos irregulares o prohibidos"
Algunos delincuentes diagnosticados en la Medicatura Forense de Maracaibo han sido transvestistas o transexuales de los que se prostituyen en las calles de la ciudad. En algunas experticias psiquiátricas de la misma dependencia, el diagnóstico ha conjugado psicosis paranoide con homo­sexualidad latente. En otros ha arrojado "trastornos de la maduración sexual". (Veáse Apéndice).

Drapkin (Íbidem) diferencia entre parafilias culturales y biológicas. Las culturales vendrían establecidas por el grupo social de adscripción, por ejemplo el incesto, la pedofilia, la fornicación y ciertos tipos de violaciones.

Las biológicas se caracterizan por la ausencia de una finalidad bio­lógica y serían la homosexualidad, la sodomía, el transvestismo, la zo­ofilia, el fetichismo, la pornografía, la coprofilia, el exhibicionismo, la masturbación.

Estas informaciones deben manejarse con cuidado, porque constituiría una generalización por demás injusta —y retrógrada en la marcha de la historia— endosarle a todos los homosexuales rasgos sociopáticos o predisposiciones violentas. Dentro de esa enorme comunidad gay, a nivel universal, más que los delincuentes, sobresalen los artistas, creadores e intelectuales.