sábado, 13 de agosto de 2011

Los Trastornos Mentales y La Responsabilidad Penal

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD BICENTENARIA ARAGUA
VICERRECTORADO ACADEMICO
DECANATO DE INVESTIGACION, EXTENSION Y POSTGRADO
SAN JOAQUIN DE TURMERO-ESTADO ARAGUA











AUTOR: NEIDA JOSEFINA PEREZ MORILLO
              C.I. 6.347.726







San Joaquin de Turmero, Agosto 2011
INTRODUCION

En este capítulo se presentan, en primer lugar, algunos conocimientos jurídicos necesarios para entender la práctica pericial psicológica tales como el concepto jurídico de imputabilidad, sus derivaciones y limitaciones así como las figuras legales que en el Código Penal español eximen de responsabilidad penal. A continuación, se revisan aquellos trastornos mentales de mayor relevancia y trascendencia en el peritaje psicológico de la imputabilidad.
La evaluación psicológica forense tiene como objetivo principal proporcionar la información necesaria al Juez y a las partes sobre la presencia de anomalías, alteraciones o trastornos psíquicos y de su puesta en relación con la cuestión legal de que se trate. El perito como experto emite un juicio valorativo y debe ser considerado como auxiliar del Juez.

TRASTORNOS MENTALES Y RESPONSABILIDAD PENAL

Desde la redacción del primer Código Penal Venezolano se admite la posibilidad de eximir de responsabilidad penal a los individuos que presentan ciertas alteraciones psicológicas en el momento de cometer el acto delictivo. El esclarecimiento del estado mental de los sujetos con relación a la comisión de hechos delictivos fue el primer tópico por el que solicitaron las intervenciones periciales psicológicas en el derecho penal.
Concepto de imputabilidad
El concepto de imputabilidad, que tiene una base psicológica, comprende el conjunto de facultades psíquicas mínimas que debe poseer un sujeto autor de un delito para que pueda ser declarado culpable del mismo.
Según la doctrina dominante en la actualidad, la imputabilidad requiere dos elementos: a) capacidad de comprender el carácter antijurídico del hecho; b) capacidad de dirigir la actuación conforme a dicho entendimiento.
La inteligencia y la voluntad son pues la base psicológica de la imputabilidad penal. Cuando se hayan abolido o estén gravemente perturbadas, la imputabilidad no existe. De lo anterior se deduce que toda alteración mental que afecte a estas funciones psicológicas es causa de inimputabilidad. Sin embargo, el examen psicológico forense no debe limitarse a evaluar exclusivamente las capacidades intelectivas y volitivas, sino que debe ampliarse al resto de las funciones psíquicas, así como deberá tener en cuenta las características del delito imputado para poder valorar de forma global como se encontraba la imputabilidad del sujeto en un momento dado y ante unos hechos determinados.
Se han venido utilizando tres grados jurisprudenciales de apreciación de la imputabilidad:
Imputable: su entendimiento y voluntad no están distorsionados ni sometidos a deficiencias, alteraciones o enfermedades mentales.
Semi-imputable: la persona sufre o ha sufrido en el momento del hecho por el que se le juzga una perturbación, deficiencia o enfermedad mental que, sin anular completamente su inteligencia o voluntad, sí interfiere en sus funciones psíquicas superiores.
Inimputable: su capacidad de conocer u obrar con arreglo a ese conocimiento está anulada.
Si bien la inimputabilidad excluye la responsabilidad legal, no excluye la posibilidad de imposición de medidas de seguridad. Al suponer una anormalidad psíquica, la inimputabilidad puede delatar una personalidad peligrosa, razón por la cual la ley prevé medidas de seguridad para ciertos inimputables (ej. internamiento en un establecimiento psiquiátrico).
La presencia de anomalía o alteración psíquica como causa de inimputabilidad no se resuelve sin más con la constatación de la existencia de un trastorno psicopatológico sino que lo relevante es el efecto psicológico que ese trastorno produce en la mente del sujeto. El efecto psicológico ha de consistir en la perturbación de las facultades psíquicas que impida al sujeto conocer lo ilícito de su conducta u orientar su actividad conforme a ese conocimiento. Consecuencia de que sea el efecto psicológico lo que determine el que un trastorno mental sea o no eximente es que no se pueden establecer listas de trastornos mentales que se consideren como eximentes. Al no hacerse de esta forma más simplificada, el proceso se complica.
La labor del psicólogo en el peritaje psicológico de la imputabilidad pasa concretamente por tres momentos (Vázquez y Hernández, 1993):       
Determinar la presencia de un trastorno mental, su entidad, significación, evolución y, en su caso, pronóstico.
Analizar cómo dicho trastorno altera la capacidad de comprender lo injusto del hecho ("capacidad cognitiva") o la capacidad de controlar o dirigir su conducta ("capacidad volitiva").
Poner en relación de causalidad el trastorno con los déficit de capacidades asociados y la conducta delictiva en cuestión.
 Causas de exclusión de la imputabilidad en el Código Penal Venezolano
El Código Penal Venezolano no contiene ninguna definición de imputabilidad sino que se limita a enumerar varias causas que la doctrina considera que excluyen la imputabilidad.
Las causas que eximen de la responsabilidad criminal en el Código Penal Venezolano:
1º El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.
El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever su comisión.
2º El que al tiempo de cometer la infracción penal se halle en estado de intoxicación plena por consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre que no haya sido buscado con propósito de cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo la influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia a tales sustancias, que le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.
3º El que por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad.
4º Las causas expresadas en el capítulo anterior cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos.
5º La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias.
La primera causa de inimputabilidad es la anomalía o alteración psíquica. Para que una anomalía o alteración psíquica de lugar a inimputabilidad se deben cumplir dos criterios
Criterio cualitativo: la anomalía o alteración psíquica ha de afectar a los elementos integrantes de la imputabilidad penal que son la capacidad de conocer o inteligencia y la capacidad de determinarse de acuerdo a ese conocimiento o voluntad.
Criterio cuantitativo: es necesario que la afectación sea completa y absoluta. Es decir, el acusado se ha de hallar privado de modo total y completo de la capacidad de comprender y de controlar.
En el caso de que la anomalía o alteración psíquica no cumpla estrictamente con los dos criterios establecidos anteriormente, entonces nos encontraríamos con una circunstancia atenuante de la pena y no eximente.
Otro de los presupuestos contemplados en la legislación penal como eximente de responsabilidad criminal es el trastorno mental transitorio.
Las eximentes de trastorno mental transitorio y de anomalía o alteración psíquica se han incluido en un mismo artículo del Código Penal. "... El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever su comisión".
El Tribunal Supremo ha entendido por trastorno mental transitorio, una perturbación mental pasajera, de aparición más o menos brusca producida por causas inmediatas y exógenas. El efecto psicológico debía ser el mismo que en el caso de la eximente por anomalía o alteración psíquica, es decir, que anulara o perturbara plenamente la capacidad intelectual o la capacidad volitiva. La intensidad de la perturbación debía ser la misma. La única diferencia estaba en la transitoriedad de dicho efecto psicológico.
La tercera eximente de la responsabilidad criminal es el estado de intoxicación plena y el síndrome de abstinencia.
La intoxicación plena dará lugar a inimputabilidad siempre que el sujeto no haya buscado ese estado con el propósito de cometer una infracción penal o no hubiese previsto o debido prever su comisión. La intoxicación plena puede ser:
Fortuita: cuando no ha sido ni requerida ni prevista pues el sujeto ignora los efectos del tóxico. Esta situación reúne los requisitos de la inimputabilidad.
Voluntaria: cuando se conocen los efectos de la droga y se consume voluntariamente aunque no se desea que den origen a conflictos judiciales. Para que esta situación de lugar a inimputabiidad se requiere que la intoxicación no haya sido buscada con el propósito de cometer la infracción penal y que no se hubiese previsto o debido prever su comisión.
Intencional: se llega a ella intencionadamente para cometer un delito buscando la acción facilitadora o des inhibitoria de la droga tóxica. Esta situación daría lugar a imputabilidad.
El síndrome de abstinencia dará lugar a inimputabilidad cuando se de tal intensidad que ocasione una abolición de la capacidad intelectiva (le impida comprender la ilicitud del hecho) o de la capacidad volitiva (le impida actuar conforme a esa comprensión).
En ocasiones, el perito deberá valorar si el sujeto actuó a causa de su grave adicción a las sustancias antes mencionadas en cuyo caso será semi-imputable.
Se declara también exento de responsabilidad criminal al que por sufrir alteración en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia, tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad. Esta eximente se refiere a aquellas personas que por tener alteradas sus facultades perceptivas, especialmente la vista y el oído, no han tenido el necesario proceso de socialización y el resultado es un erróneo conocimiento y representación de la realidad, del mundo exterior y de las relaciones sociales. El acusado estaría incapacitado para reconocer el sentido antijurídico de sus actos.

Trastornos mentales relacionados con la ausencia de imputabilidad
A continuación se revisan aquellos trastornos mentales de mayor relevancia y trascendencia en el peritaje psicológico de la imputabilidad.
Retraso mental
La característica esencial del retraso mental es una capacidad intelectual general significativamente inferior al promedio que se acompaña de limitaciones significativas de la actividad adaptativa.
La capacidad delictiva asociada al retraso mental depende del nivel de gravedad del retraso mental y de su modalidad clínica. Por un lado, a mayor grado de retraso mental, menor será la posibilidad de que cometa actos delictivos. Por otro lado, la forma erética (intranquila, irritable o activa) da lugar a mayor conflictividad que la forma tórpida (apática, tranquila o pasiva).
En los niveles profundos de retraso mental, la posibilidad de delinquir es escasa debido a su misma incapacidad psicofísica. El delito aumenta en frecuencia y variedad en las formas moderadas y leves de retraso mental.
No cabe duda de que los sujetos con retraso mental profundo son inimputables. Existen, sin embargo, una gran cohorte de casos límites o fronterizos en los que la pericia psicológica es delicada. Sólo del estudio global del sujeto y de los hechos presumiblemente delictivos, se podrá deducir si cumplen o no los requisitos que marca la ley para ser inimputables.
En muchos casos, la existencia de un retraso mental será sólo atenuante de responsabilidad ya que las características del tipo de delito ejecutado no precisan de un elevado nivel intelectual para comprender su ilicitud. En otras ocasiones la complejidad delictiva es mayor y requiere también una más elevada capacidad intelectual para ejecutarlo. En estos casos se puede abogar por la inimputabilidad o semi-imputabilidad. Habrá casos en los que la imputabilidad sea plena ya que el individuo a pesar del déficit intelectual que presenta puede entender que está ejecutando una acción ilegal. No obstante, como dice la jurisprudencia, habrá que ir al caso concreto y no aplicar principios doctrinales generales.

Delirium
El paciente con delirium presenta importantes dificultades para mantener la atención, grave deterioro de la memoria (sobre todo de la memoria a corto plazo), desorientación (espacio-temporal) y alteraciones del lenguaje (que van desde la incoherencia hasta un lenguaje vago e irrelevante).
Por definición este trastorno supone un cierto grado de incapacidad que puede llegar a ser absoluta. Es un trastorno que limita e incluso puede anular las capacidades cognoscitivas y volitivas del sujeto. En cada caso será preciso determinar el grado de deterioro de las funciones psíquicas superiores.
Si se demuestra que la acción se produjo en un estado de delirium establecido y pleno, la inimputabilidad será total ya que la clínica de un delirium le impide obviamente comprender lo injusto del hecho y orientar su voluntad con arreglo a ese conocimiento. No obstante, hay situaciones intermedias en las que la sintomatología no es tan intensa como para anular completamente la imputabilidad dando lugar a situaciones de semi-imputabilidad, teniendo siempre que analizar cada caso en particular y valorar con precisión todas las circunstancias que concurran.
Para algunos autores constituye una de las pocas veces en que está justificada la eximente de trastorno mental transitorio. En estos casos se exige que se trate de una perturbación mental de causa inmediata evidenciable, pasajera, que termine con la curación sin secuelas, desarrollada sobre una base patológica probada y que sea de tal intensidad que produzca la anulación de la voluntad y entendimiento.
Este trastorno plantea al perito la problemática de que, en ocasiones, la exploración tiene lugar cuando ha desaparecido el cuadro de delirium, teniendo que hacer un diagnóstico retrospectivo.

Demencias
Las demencias se caracterizan por el desarrollo de múltiples déficits cognoscitivos que incluyen el deterioro de la memoria. Las demencias más relevantes son la demencia tipo Alzheimer y la demencia vascular.
Son uno de los casos más claros de eximente de responsabilidad. El problema surge en los períodos iniciales de la enfermedad en los que la sintomatología todavía no es muy evidente. Un completo examen neuropsicológico y clínico nos dará la clave del trastorno y, por tanto, de la inimputabilidad en materia penal.
Sí es necesario matizar que aunque la infracción delictiva cometida en los primeros momentos de desarrollo de la demencia debiera inclinar a la propuesta de semiimputabilidad, la mayoría de los autores opinan que nunca una persona con demencia debería ser sancionada. Es conocida la condición progresiva de la mayoría de las demencias. Esta persona que está desarrollando una demencia aún no suficientemente grave como para serle ininmputable su acción, muy pronto carecerá de medios para conocer el valor de la sanción que no podrá comprender en toda su plenitud. La labor del perito es comprobar la capacidad de conocer y querer en el momento de comisión del delito pero también es su deber informar al jurista sobre la índole del trastorno y el desarrollo que éste experimenta con el tiempo.

Drogodependencias
No cabe duda de la trascendencia que la toxicomanía tiene en la actualidad, no sólo por sus repercusiones socio-sanitarias, sino por la elevada tasa de delincuencia que con tanta frecuencia lleva asociada. Toda ingestión de drogas tiene una gran repercusión psicológico forense ya sea por sus efectos tóxicos, ya sea por su acción desinhibidora de psicopatología latente o exacerbación de la ya existente, ya sea por la progresiva desestructuración psicosocial del consumidor o por la proclividad a cometer delitos.
Siendo los legisladores conscientes de que las drogodependencias son un problema de primera magnitud han previsto la adopción de una serie de medidas de seguridad que sustituyen a la prisión quedando a criterio del Tribunal sustituir las penas privativas de libertad por internamientos en centros de deshabituación.
El perito forense debe valorar si, en el momento de la comisión del delito, el sujeto se encontraba en alguno de los tres supuestos: en estado de intoxicación plena, bajo la influencia de un síndrome de abstinencia o actúa a causa de su grave adicción.
Uno de los mayores problemas que plantea el peritaje de un drogodependiente es saber si, en el momento de los hechos (los peritajes se hacen muchas veces tiempo después de transcurridos los hechos), el presunto delincuente drogodependiente se encontraba bajo los efectos de un síndrome de abstinencia, ya que el índice de simulación, disimulación y falsedades es elevado. Los drogodependientes conocen muy bien la clínica propia de estas afecciones lo que puede contribuir a dudar si es una situación real o simulada. Por ello, es importante el reconocimiento médico de forma inmediata al hecho delictivo.
Esquizofrenia
Es un diagnóstico psiquiátrico en personas con un grupo de trastornos mentales crónicos y graves, caracterizados por alteraciones en la percepción o la expresión de la realidad.[1] La esquizofrenia causa además una mutación sostenida de varios aspectos del funcionamiento psíquico del individuo, principalmente de la conciencia de realidad, y una desorganización neuropsicológica más o menos compleja, en especial de las funciones ejecutivas, que lleva a una dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción social.
El concepto de esquizofrenia comenzó históricamente con el término «demencia precoz» de Bénédict Morel a mediados del siglo XIX. En 1898 Emil Kraepelin delimitó dentro de la demencia precoz a varios trastornos como la hebefrenia y la catatonia. Precisamente, debido a las múltiples combinaciones sintomáticas posibles, se ha sugerido que la esquizofrenia se trataría de varios trastornos y no de uno solo. Por esta razón, Eugen Bleuler prefirió utilizar el plural schizophrenias para referirse a esta patología cuando acuñó el nombre en 1908. A pesar de su etimología, la esquizofrenia no es lo mismo que el trastorno de identidad disociativo (o «trastorno de personalidad múltiple», o de «doble personalidad»), con el que ha sido frecuentemente confundida. Actualmente, el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales distingue cinco variables o subtipos dentro de la esquizofrenia, mientras que la Organización Mundial de la Salud distingue siete subtipos. Por otro lado, existe una amplia variedad de modelos categoriales y dimensionales que tratan de abordar y explorar los síntomas de la esquizofrenia y su diagnóstico.

Los síntomas de la esquizofrenia suelen comenzar en adultos jóvenes y aproximadamente 0,4-0,6% de la población se ve afectada. Una persona con esquizofrenia, por lo general, muestra un lenguaje y pensamientos desorganizados, delirios, alucinaciones, trastornos afectivos y conducta inapropiada. El diagnóstico se basa en las experiencias reportadas por el mismo paciente y el comportamiento observado por el examinador. No existen actualmente pruebas de laboratorio para el diagnóstico de la esquizofrenia y ninguno de los síntomas es patognomónico de esta condición, lo que dificulta el diagnóstico.
Algunos estudios sugieren que la genética, defectos durante el neurodesarrollo, el entorno durante la infancia o procesos psicológicos y sociales son factores importantes que pudiesen contribuir a la aparición de la esquizofrenia. Ciertos medicamentos y el uso recreativo de drogas parecen causar o empeorar los síntomas. La investigación psiquiátrica actual se centra en el papel de la neurobiología, pero no se ha encontrado ninguna causa orgánica. Se ha notado un consistente aumento en la actividad de la dopamina en la vía mesolímbica del cerebro en las personas esquizofrénicas. Sin embargo, la dirección de la causalidad biológica continúa siendo una incógnita.

El tratamiento farmacológico de primera línea son los medicamentos antipsicóticos, que fundamentalmente actúan suprimiendo la actividad de la dopamina. Las dosis de los antipsicóticos empleados son generalmente más bajas que en las primeras décadas de su uso. La psicoterapia y la rehabilitación profesional y social también son importantes. En casos más graves, donde hay riesgo para el mismo paciente y para otros a su alrededor, puede ser indicada la hospitalización involuntaria, aunque la estadía hospitalaria es menos frecuente y por períodos más cortos que en tiempos pasados. Por lo general, los trastornos de la cognición contribuyen a problemas persistentes de la conducta. Los pacientes esquizofrénicos suelen tener otros problemas de salud, incluyendo drogodependencia, depresión y trastorno de ansiedad,[10] así como problemas sociales como desempleo, pobreza y baja calidad de vida. La esperanza de vida de los pacientes con esquizofrenia es de 10 a 12 años menor que los individuos sin la enfermedad, por razón de los problemas de salud y una mayor frecuencia de suicidio.
Síntomas positivos y negativos
Existe debate sobre si la división clásica entre síntomas negativos y positivos fue formulada por primera vez por John Russell Reynolds o por John Hughlings Jackson. En 1853 Reynolds, estudiando la epilepsia, publicó un artículo en la que distinguía entre síntomas positivos que consideraba como «meras acciones vitales modificadas», y negativos, que consideraba «como la negación de propiedades vitales». Mientras tanto, en 1875, para Jackson los síntomas negativos eran motivo de una lesión, mientras que los síntomas positivos eran ocasionados por tejido no dañado que trataba de compensar las pérdidas, ocasionando un desequilibrio finalmente.[34] [37]
La clasificación que distinguía entre síntomas negativos y positivos fue introducida por primera vez al ámbito psiquiátrico por
De Clérambault en 1942. Clérambault solía ver los síntomas positivos como fenómenos intrusivos (alucinaciones y delirios) y a los síntomas negativos como fenómenos inhibitorios (deterioro del pensamiento y la atención). Durante la primera mitad del siglo XX esta clasificación permaneció discreta y no fue sino hasta la década de los 80, gracias a los trabajos de Tim Crow, que se comenzó a dar difusión nuevamente a los términos que distinguen entre síntomas negativos y positivos.
Quizá sean las esquizofrenias el grupo de enfermedades mentales más representativo de lo que popularmente se conoce como "locura". Su presencia incapacita al sujeto para valorar adecuadamente la realidad y para gobernar rectamente su propia conducta.
Entre los síntomas más característicos de la esquizofrenia se encuentran la presencia de ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado, comportamiento catatónico o desorganizado, aplanamiento afectivo, etc.
El esquizofrénico debe ser considerado a efectos penales como inimputable dada la grave afectación imperante. No obstante, no es lo mismo peritar un delito cometido en pleno delirio que el cometido por un esquizofrénico residual con una discreta afectación de la personalidad. Por ello, no es prudente hablar taxativamente de inimputabilidad para todos los delincuentes con esquizofrenia. Siendo siempre necesario poner en relación la enfermedad (forma, evolución, número de brotes, tratamientos, etc.) con el hecho delictivo en cuestión.
Consideraciones especiales merecen la peligrosidad del paciente con trastorno delirante (paranoia) que radica, por un lado, en su aparente normalidad psíquica ya que sólo está afectada una parcela del psiquismo, aquella a la que se refiere su deliro, manteniendo intactas sus facultades intelectivas y, por otro, en el fuerte convencimiento de sus ideas delirantes y ausencia completa de conciencia de enfermedad.
 Los delitos del paranoico están relacionados con el contenido de sus ideas delirantes.
Aunque el perito no tiene dudas respecto a la inimputabilidad o semiimputabilidad de estos pacientes, una cosa es la convicción personal y clínica y otra muy diferente la exposición y la debida argumentación de los informes periciales ante los Tribunales de Justicia. Es a veces muy difícil convencer a jueces y magistrados de que el paranoide es inimputable o semiimputable, tanto más cuanto que el resto de su vida social suele ser incluso un ejemplo de perfección y organización. Para ello el informe pericial se deberá basar en una completa y detallada historia clínica y en una prolongada observación a través de la cual se pondrá en relación el delito con la temática delirante, siendo esta relación causa-efecto la condición esencial, como ocurría en el esquizofrénico, para determinar la imputabilidad. Si su delito está vinculado a su trama delirante, será fruto de esas ideas patológicas. Demostrada la existencia del estado delirante y la adecuación del delito al contenido del delirio, no se puede concluir sino la inimputabilidad. De acuerdo a esta opinión, es posible que el paciente realice un delito al margen de su delirio. En tal caso, si estudiando el delito, tanto en su motivación como en su utilidad inmediata, no se encuentra ninguna relación con el contenido delirante, se debería pronunciar por la imputabilidad.
El Psicópata como enfermo mental
Los medios de comunicación social tienden a presentar a los psicópatas como sinónimo de locos o enfermos mentales; esto es, como psicóticos. De ahí que sea necesario diferenciar a los asesinos psicópatas de aquellos otros que cometen crímenes en serie o de modo único, pero debido a una enfermedad mental o psicosis. En estos casos, la gratuidad, el absurdo de esos crímenes no responde a un patrón de personalidad peculiar, como es el caso de los psicópatas , sino a una mente trastornada.
Por otra parte, es cierto que la palabra psicopatía significa etimológicamente enfermedad de la mente ( de psico, mente, y patía, enfermedad) y así fue empleada en los orígenes de la psiquiatría. Pero actualmente se sabe que los psicópatas no tienen una pérdida de contacto con la realidad, ni experimentan los síntomas característicos de la psicosis, como alucinaciones, ilusiones o profundo malestar subjetivo y desorientación. A diferencia de los psicóticos, los psicópatas son plenamente racionales y conscientes de lo que hacen y por qué lo hacen. Su conducta es el resultado de su elección, libremente realizada.

Epilepsia
Es una enfermedad crónica caracterizada por uno o varios trastornos neurológicos que deja una predisposición en el cerebro para generar convulsiones recurrentes, que suele dar lugar a consecuencias neurobiológicas, cognitivas y psicológicas.

Una convulsión o crisis epiléptica o comicial es un evento súbito y de cortaduración, caracterizado por una anormal y excesiva o bien sincrónica actividad neuronal en el cerebro. Las crisis epilépticas suelen ser transitorias, con o sin disminución del nivel de consciencia, movimientos convulsivos y otras manifestaciones clínicas.

             La epilepsia puede tener muchas causas. Puede tener origen en lesiones cerebrales de cualquier tipo (
traumatismos craneales, secuelas de meningitis, tumores, etc.) pero en muchos casos no hay ninguna lesión, sino únicamente una predisposición de origen genético a padecer las crisis. Cuando no hay una causa genética o traumática identificada se llama Epilepsia idiopática y los genes juegan un papel de modulación del riesgo de que ocurra un episodio y también en la respuesta al tratamiento.[2] Las Benzodiazepinas tienen buen pronóstico en el control de esta enfermedad.
Para diagnosticar un paciente epiléptico se requiere conocer los antecedentes personales y familiares y, por lo general, se corrobora con un electroencefalograma (EEG). También forman parte del diagnóstico estudios de imagenología, mientras que se reservan los procedimientos diagnósticos más especializados para casos muy puntuales. El tratamiento consiste en la administración de medicamentos anticonvulsivos. En los casos refractarios, se apelan a otros métodos incluyendo la cirugía. La epilepsia causa múltiples efectos en la vida cotidiana del paciente, de manera que el tratamiento debe incluir el abordaje de estos efectos.
Esta enfermedad también afecta a los animales, especialmente a los
domésticos, sean gatos o perros, los síntomas son los mismos descritos para el ser humano.

Síndromes epilépticos

Existen más de 40 tipos diferentes de epilepsias. Síndrome epiléptico es el nombre de un conjunto de signos y síntomas específicos, que incluyen uno o más tipos de crisis epiléptica junto con sintomatología no necesariamente convulsiva, como por ejemplo, retardo mental o psicomotor, y que pese a constituir una entidad diferenciable clínicamente, puede tener diversas causas.
Existen también enfermedades epilépticas, que por razón de sus características, específicas y bien definidas, cursan con convulsiones repetitivas. Habitualmente tiene nombre propio, como la
Enfermedad de Unverricht-Lundborg o el síndrome de Lennox-Gastaut. Otros síndromes epilépticos incluyen:
·         Encefalopatía epiléptica : en la cual se cree que las propias crisis convulsivas contribuyen al establecimiento de un trastorno progresivo de la función cerebral.
·         Síndrome epiléptico benigno: se considera benigno aquel síndrome epiléptico que es fácilmente tratable o no necesita tratamiento por ser autolimitado en el tiempo y remitir sin secuelas.
·         Síndrome epiléptico/epilepsia refleja: son aquellos síndromes epilépticos en los que todas las crisis comiciales se desencadenan por un estímulo sensorial.
·         Síndrome epiléptico/epilepsia reactiva: son aquellas epilepsias relacionadas con una situación previa, como las crisis convulsivas por deprivación alcohólica.
·         Epilepsia de ausencia infantil: es una epilepsia idiopática generalizada que afecta a niños entre las edades de cuatro y doce años. Las crisis de ausencia se manifiestan con disminución o pérdida del estado de conciencia, a veces con características motoras de menor importancia, tales como parpadeos o movimientos de la mandíbula.
·         Síndrome De Epilepsia en niñas asociada a Retraso Mental: Es una epilepsia genética que se da en niñas dentro de los tres primeros años de vida, las crisis pueden ser de distinto tipo las más frecuentes son las crisis tonico-clónicas generalizadas o unilaterales, normalmente comienzan con convulsiones en serie, suele confundirse con otros Sindromes como el Dravet o el de Rett, las niñas entre los 14 meses y 36 meses pueden tener regresiones, retraso mental, autismo u trastornos del comportamiento, pese a todo hay un porcentaje de niñas con coeficiente intelectual normal o límite. Las crisis pueden comenzar con fiebre, sin fiebre y/o con las vacunas (Importante señalar que las vacunas no son la causa, son el detonante) como ocurre con el Sindrome de Dravet. En 2007 se encontró la mutación causante de la enfermedad, el PCDH19. Esta epilepsia también es llamada síndrome de Juberg - Hellman
·         Epilepsia catamenial: es aquella que varía la frecuencia de las crisis dependiendo de la fase del ciclo menstrual en el que se encuentre una mujer. La mayoría presentan crisis epilépticas inmediatamente antes o durante la menstruación, o un incremento de éstas.
·         Epilepsia nocturna del lóbulo frontal autosómica dominante (ADNFLE): trastorno hereditario que causa convulsiones durante el sueño que duran entre 5 segundos y 5 minutos. Estos ataques surgen de los lóbulos frontales y consisten en movimientos motores complejos. Es causada por una mutación en uno de los varios genes que codifican para los receptores nicotínicos.
·         Epilepsia occipital benigna de la infancia: la mayoría de las autoridades incluyen dos subtipos, un subtipo de inicio temprano con entre tres y cinco años, y uno de inicio tardío, entre los siete y los diez años. Los pacientes más jóvenes suelen experimentar síntomas similares a la migraña con náuseas y dolor de cabeza, mientras que los pacientes mayores suelen quejarse de alteraciones visuales como escorotomas o amaurosis.
·         Epilepsia primaria de la lectura: en los individuos susceptibles, la lectura provoca crisis parciales típicas, afectando a los músculos de la masticación y a la vista. El desarrollo se suele dar durante la postpubertad. Las crisis las provoca independientemente cualquier texto y las induce con una mayor frecuencia la lectura en voz alta.


Tratamiento

La epilepsia así como las crisis epilépticas pueden en la actualidad recibir un tratamiento con resultados aceptables. En la mayoría de los casos, las epilepsias de la infancia se curan en la pubertad. Cuando la epilepsia se debe a una lesión claramente visible y esa lesión es eliminada quirúrgicamente, se reduce la intensidad y frecuencia o bien, en muchos casos, se cura la epilepsia. Por lo tanto, al comienzo del tratamiento se examina al individuo, en busca de causas de la epilepsia que se puedan eliminar, por ejemplo, la operación de un tumor cerebral o la supresión o mitigación de un trastorno metabólico.
En otros casos esto no es posible, ya sea porque no se ha encontrado ninguna causa o porque ésta no pueda ser eliminada, como es el caso de
cicatrices, malformaciónes en el cerebro o una predisposición inherente a las convulsiones. El objetivo en estos casos es la eliminación de los ataques por medio de medicamentos u operaciones quirúrgicas.


En algunos casos un tratamiento quirúrgico puede ser más ventajoso que el farmacológico; esto sucede normalmente sólo en el caso de epilepsias focales y de momento afecta a menos de un 5% de todos los enfermos epilépticos
Neurosis
            El término neurosis fue propuesto por el médico escocés
William Cullen en 1769 en referencia a los trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades del sistema nervioso. En psicología clínica, el término se usa para referirse a trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral adecuado de las personas.
Existe una confusión generalizada sobre el término neurosis. Por un lado se aplica, como
síntoma, a un conjunto heterogéneo de trastornos mentales que participan de mecanismos inadaptativos ligados a la ansiedad. Por otra parte, su uso popular (como sinónimo de obsesión, excentricidad o nerviosismo) ha provocado su extensión a terrenos no estrictamente ligados a la enfermedad mental.

Generalidades

El término clásico hace referencia a un trastorno mental sin evidencia de lesión orgánica que se caracteriza por la presencia de un nivel elevado de angustia y una hipertrofia disruptiva de los mecanismos compensadores de la misma. El sujeto mantiene un adecuado nivel de introspección y conexión con la realidad, pero presenta la necesidad de desarrollar conductas repetitivas y en muchos casos inadaptativas con objeto de disminuir el nivel de estrés. Se trata, en realidad, de un rasgo caracterial que acompaña al sujeto durante toda su vida, de gravedad muy variable, desde grados leves y controlables hasta situaciones gravemente incapacitantes que pueden llegar a precisar hospitalización.
Los
psicoanalistas afirman que, para protegerse de la angustia, las personas recurren a mecanismos de defensa como la represión, la proyección, la negación, la intelectualización y el desplazamiento, entre otros. Cuando se observan patrones crónicos de mala adaptación que simulen una neurosis, es posible que se trate de un trastorno de personalidad. Para identificar la neurosis, existen distintas pruebas psicológicas.

Historia de la neurosis
"El arte procede de una necesidad interna del alma". Kandinsky opinaba que el desequilibrio conducía a la creación.
El origen del término neurosis se encuentra a finales del siglo XVIII aunque su máximo uso se circunscribe al XIX, en plena eclosión de la especialidad psiquiátrica, siendo empleado originalmente para describir cualquier trastorno del sistema nervioso.
El médico escocés
William Cullen publica en 1769 su obra Synopsis nosologiae methodicae, refiriéndose con el término neurosis a un trastorno general del sistema nervioso, sin fiebre ni otras lesiones orgánicas demostrables, y capaz de alterar las capacidades sensitivas y motoras del individuo, mezclándose en este concepto patologías tan dispares como mareos y desmayos, el tétanos, la rabia, las crisis histéricas, la melancolía (posteriormente denominada depresión) o la manía.Sigmund Freud desarrolló diversos trabajos en relación con la histeria y los trastornos obsesivos, publicados entre 1892 y 1899, sentando las bases psicogénicas de lo que él denominó psiconeurosis. A partir de sus trabajos se elaboró una clasificación, ya en desuso, que distinguía varios tipos de neurosis (en función de la expresión final de los síntomas provocados por el síntoma nuclear de la angustia): Neurosis de angustia, neurosis fóbicas, neurosis obsesivo-compulsivas, neurosis depresivas, neurosis neurasténicas, neurosis de despersonalización, neurosis hipocondríacas y neurosis histéricas.
El principal interés de Freud se centró en lo que denominó neurosis de angustia, descrita en torno a un estado de elevada excitabilidad del paciente expresada como "espera angustiosa" sobre la que el sujeto elabora expectativas funestas de futuro basadas en simbolismos (determinado sonido significa que un familiar acaba de morir, un gesto inapropiado acarreará mala suerte, etc.). Para Freud el paciente posee un caudal de angustia que permanentemente se va depositando en forma de miedos,
fobias, ataques de angustia (taquicardia, taquipnea, sudoración), etc.
En
1909 Pierre Janet publica Las neurosis, obra en la que establece el concepto de "enfermedad funcional" frente al modelo anatómico-fisiológico. Desarrolla así el paradigma médico que basa el daño no en la alteración física del órgano, sino en su función. Las funciones superiores, adaptativas, provocan cuando se ven alteradas o disminuidas, un estado "neurasténico" (o de "nerviosismo") en el que se sobreexpresan otros estados inferiores como la agitación o la histeria.
Aspectos clínicos
El término neurosis fue abandonado por la psicología científica y la psiquiatría. Concretamente, la O.M.S. (CIE-10) y la A.P.A. (DSM-IV-TR) han cambiado la nomenclatura internacional para referirse a estos cuadros clínicos como trastornos, entre los que se incluyen:
  1. Trastornos depresivos (distimia, ciclotimia, episodios depresivos leves, moderados o graves [con o sin síntomas somáticos])
  2. Trastornos de ansiedad (fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, agorafobia, crisis de angustia, trastorno por estrés postraumático, trastorno de ansiedad generalizada)
  3. Trastornos somatoformes (dismorfofobia, trastorno de conversión, hipocondría, dolor somatoforme, trastorno de somatización)
  4. Trastornos disociativos (Trastorno de identidad disociativo, fuga y amnesia psicógenas, trastorno de despersonalización, trance y posesión)
  5. Trastornos sexuales:
    1. Parafilias (exhibicionismo, fetichismo, froteurismo, pederastia, masoquismo, sadismo, travestismo, voyeurismo)
    2. Disfunciones sexuales (deseo inhibido, aversión al sexo, anorgasmia, impotencia, eyaculación precoz, dispareunia, vaginismo)
  6. Trastornos del sueño (insomnio, hipersomnia, parasomnias, terrores nocturnos, sonambulismo, disomnia)
  7. Trastornos facticios
  8. Trastornos del control de impulsos (cleptomanía, trastorno explosivo intermitente, ludopatía, piromanía, tricotilomanía)
  9. Trastornos adaptativos
  10. Factores psicológicos que afectan al estado físico
  11. Trastornos de la personalidad
  1. Códigos V (simulación, problemas interpersonales, duelo patológico, problemas funcionales, rol de enfermo, etc.)
TRASTORNOS MENTALES ORGÁNICOS
 La Décima Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), de 1992, de la OMS, considera como Trastornos Mentales Orgánicos (TMO) a un amplio, variado y complejo conjunto de desórdenes psicológicos y conductuales que se originan en una pérdida o anormalidad de la estructura y/o función del tejido cerebral. Fueron llamados anteriormente síndromes orgánicos cerebrales.
Esta disfunción puede ser calificada como primaria, en el caso de enfermedades, lesiones o daños que afectan el cerebro de un modo directo y selectivo, o secundaria, cuando otras enfermedades sistémicas o alteraciones orgánicas determinan el mal funcionamiento cerebral. Los trastornos cerebrales secundarios al consumo de sustancias (incluyendo alcohol), lógicamente, pertenecen a este grupo, pero por conveniencia taxonómica se les considera en una sección aparte.
La Asociación Psiquiátrica Americana (USA) en 1994, en su cuarta revisión de los trastornos mentales (DSM IV), propone que el término mental orgánico no sea usado, pues parecería implicar el concepto erróneo de que algunos desórdenes mentales no incluidos en este grupo, como la esquizofrenia, la psicosis maníaca, y otros, no estarían relacionados con procesos o factores biológicos.
SINTOMATOLOGÍA
Se distinguen dos categorías de síntomas:
a) Síntomas básicos o propios del trastorno. Tales son:
- Alteraciones del estado de la conciencia: incapacidad para fijar la atención y desorientación en todas las esferas.
- Alteraciones cognoscitivas: compromiso de la memoria reciente, deterioro intelectual, mengua del juicio y comprensión.
- Alteraciones de la afectividad: pérdida del control afectivo, labilidad emocional.
b) Síntomas accesorios o facultativos (que pueden o no presentarse), se vinculan al funcionamiento de la personalidad premórbida y a conflictos psicosociales actuales. Pueden ser:
- Compensatorios, como respuesta de adaptación a los síntomas primarios, tales como el aislamiento, la perseveración, el orden exagerado, la fabulación. De fallar este intento de adaptación pueden presentarse actitudes inadecuadas de dependencia, regresión, negación de la enfermedad, rechazo al tratamiento, u otros que suelen llevar a un estado de invalidez.
Síntomas de tipo neurótico; como ansiedad, depresión, fobias, obsesiones; o de tipo psicótico, como ideas delusivas, generalmente de contenido paranoide, pseudopercepciones, u otros. Esta sintomatología se presenta mayormente con síntomas primarios leves o moderados.


CLASIFICACIÓN
Atendiendo al tipo de síntomas los T.M.O. pueden diferenciarse en dos grupos principales:
a) Con predominio de síntomas básicos, en los cuales destacan los disturbios de las funciones cognoscitivas (memoria, inteligencia, capacidad de aprendizaje) o los del sensorio (alteraciones de la conciencia y atención).
b) Con predominio de sintomatología accesoria o facultativa, en los cuales las manifestaciones cognoscitivas o sensoriales son mínimas o difíciles de comprobar, siendo lo más destacable las alteraciones de la percepción (alucinaciones), del contenido del pensamiento (ideas delusivas), del humor y de las emociones (depresión, euforia ansiedad), o de los rasgos generales de la personalidad y formas del comportamiento.
De un modo más específico, la CIE-10 establece las siguientes entidades clínicas:
1. Demencia
2. Delirium
3. Síndrome amnésico
4. Alucinosis orgánica
5. Trastorno catatónico orgánico
6. Trastorno delusivo orgánico
7. Trastorno afectivo orgánico
8. Trastorno de ansiedad orgánico
9. Trastorno disociativo orgánico
10. Trastorno de labilidad emocional orgánico
11. Trastorno cognoscitivo leve
12. Trastorno orgánico de la personalidad y del comportamiento
13. Trastorno mental orgánico o sintomático sin especificación
Según Lipowski, la Demencia y el Delirium, son síndromes con alteración simultánea y global de todas las funciones cognoscitivas, aunque no en el mismo grado, debido a patología cerebral difusa.
Los síndromes amnésicos, alucinosis y trastorno de la personalidad y del comportamiento de origen orgánico, pueden ser selectivos o parciales de acuerdo a la anormalidad o menoscabo psicológico dominante. La etiología es más focal que difusa y tiene un cierto valor diagnóstico de localización e implicancia terapéutica, para compensar este defecto circunscrito.
Los síndromes delusivos, afectivos y otros, pueden no tener rasgos evidentes de organicidad (síntomas primarios), pero se les vincula a un trastorno orgánico por que la presencia de una enfermedad sistémica, daño o disfunción cerebral se relaciona con su inicio, desarrollo y recuperación. Si desaparece el factor orgánico desaparece la sintomatología.
El DSM-IV señala dos grandes grupos de trastorno de causa orgánica:
1. Delirio, demencia, trastornos y otros desórdenes cognitivos, señalando sus variedades.
2. Trastornos mentales debidos a un Estado Médico General

     El fenómeno de filicidio materno constituye una problemática global. Los EE.UU. tienen la mayor tasa de filicidio, la cual se encuentra más cercana a la de suicidios que a la de homicidios. Estas proporciones probablemente estén subestimadas, debido a fallos jurídicos incorrectos y cuerpos nunca hallados. Cuando un niño es asesinado, el primer sospechoso es uno de sus progenitores, o bien su madrastra o padrastro.
   Se considera filicidio materno al asesinato de un niño por parte de su madre; infanticidio, al asesinato de un niño durante el primer año de vida; neonaticidio, al asesinato de un niño durante las primeras 24 horas de vida (Resnick). Tras una revisión de la bibliografía mundial acerca del asesinato de niños por parte de sus madres, Resnick diferenció 5 motivaciones principales que delimitan 4 tipos de filicidios:
a) el "filicidio altruista", concretado por la madre que piensa que la muerte de su hijo es la mejor opción; por ejemplo, una madre psicótica que pretende salvar a su descendencia de un peligro que percibe, o la madre suicida que siente que salva al niño de un destino intolerable;
b) el "filicidio psicótico agudo", que no tiene razón aparente, cometido por una madre delirante o psicótica, la cual, por ejemplo, podría ser víctima de alucinaciones auditivas que le dan la orden de asesinar;
c) el "filicidio por maltrato fatal" constituye el resultado acumulativo del abuso infantil, aunque la muerte no sea el fin buscado por el perpetrador; por ejemplo, el síndrome de Münchausen por poderes, negligencia, etc.;
d) en el "filicidio de un niño no deseado", éste representa un obstáculo para su madre;
e) en el "filicidio por venganza marital", que es el más raro, el niño es asesinado con el objetivo específico de dañar al padre. Estas madres tienen personalidades patológicas, y con frecuencia presentan depresión, psicosis y pensamientos suicidas.
   Los resultados de las investigaciones varían entre países, ya sea por diferencias culturales, legales u otras. Las muestras de la población psiquiátrica o en reclusión no son homogéneas, por lo que no se puede inferir que sean equivalentes a los fines de efectuar comparaciones; tampoco lo son las actitudes y los motivos de condena en las distintas culturas; en algunos países en vías de desarrollo, la preferencia por los niños de sexo masculino puede predisponer al asesinato de las niñas.
   En este trabajo, se describen las investigaciones más recientes acerca del filicidio materno con el objetivo de proponer estrategias potenciales de prevención. Se efectuó una extensa búsqueda en bases de datos de revisiones científicas en inglés, realizadas durante los últimos 25 años, acerca del filicidio materno. Debido a que los estudios en la población general difieren de aquellos realizados en poblaciones de reclusas o en pacientes psiquiátricas, las investigaciones se separaron por el tipo específico de población. El filicidio-suicidio materno fue considerado un tema aparte.
1.- La anormalidad mental en los delitos sexuales.

     Un trastorno mental o del comportamiento se caracteriza por una perturbación de la actividad intelectual, el estado de ánimo o el comportamiento que no se ajusta a las creencias y las normas culturales. En la mayoría de los casos, los síntomas van acompañados de angustia e interferencia con las funciones personales.

   Los trastornos mentales producen síntomas que son observables para la persona afectada o las personas de su entorno. Entre ellos pueden figurar:

A.- síntomas físicos: como trastornos y trastornos del sueño.
B.- síntomas afectivos: como tristeza, miedo y ansiedad.
C.- síntomas cognitivos: como dificultad para pensar con claridad, creencias anormales y alteraciones de memoria.
D.- síntomas de comportamiento: como conducta agresiva, incapacidad para realizar las tareas corrientes de la vida diaria y abuso de sustancias.
E.- alteraciones perceptivas: como percepción visual o auditiva de cosas que otras personas no ven u oyen. Los signos precoces específicos varían de un trastorno mental a otro. Las personas que presentan uno o varios de los síntomas enumerados deben consultar a un profesional si esos síntomas persisten, provocan un sufrimiento importante o interfieren con las tareas cotidianas.
   La depresión, el abuso de sustancias, la esquizofrenia, el retraso mental, el autismo en la infancia y la demencia son ejemplos de trastornos mentales. Pueden aparecer en varones y mujeres de cualquier edad y en cualquier raza o grupo étnico. Aunque no se conocen perfectamente las causas de muchos trastornos mentales, se cree que dependen de una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales, como sucesos estresantes, problemas familiares, enfermedades cerebrales, trastornos hereditarios o genéticos y problemas médicos. En la mayoría de los casos, los trastornos mentales pueden diagnosticarse y tratarse eficazmente.

2.- La enfermedad mental en el filicidio o infanticidio.
Filicidio
   Consiste en atentar contra la vida y que es cometido por un genitor (padre/madre) hacia un menor hijo propio.
Investigaciones sobre el filicidio materno
   Se incluyeron los siguientes países con literatura en inglés sobre este tema: Australia, Austria, Brasil, Canadá, Finlandia, Hong Kong, Japón, Irlanda, Nueva Zelanda, Suecia, Turquía, Reino Unido y EE.UU. Además de estudios de madres que asesinaron a sus hijos, en algunos de los trabajos incluidos se investigó la prevalencia de pensamientos filicidas en distintas poblaciones.
Infanticidio
   La información actual acerca del infanticidio materno en la población general muestra que la mayoría de las mujeres involucradas son desempleadas, con trastornos psiquiátricos, con edades entre los 20 y 25 años, y que muchos casos se producen en el contexto de maltrato infantil; sólo algunas madres tuvieron intentos de suicidio asociados. Si bien Inglaterra y Gales cuentan con un acta de infanticidio (Infanticide Act) y Escocia no la tiene, el índice de casos fue similar. Un estudio norteamericano sobre infanticidio efectuado a gran escala encontró mayores tasas de filicidio asociadas con estrés económico. Por otra parte, en Japón las víctimas con frecuencia presentaron anomalías físicas.
Filicidio materno en la población general
   En la población general se encontró un patrón de madres con problemas de relación o víctimas de violencia doméstica, que se encontraban socialmente aisladas, tenían desventajas socioeconómicas y eran únicas responsables de sus niños. Algunas habían perpetrado algún tipo de abuso infantil y otras presentaban enfermedades mentales y manifestaban devoción hacia sus hijos. Muchas madres negligentes eran adictas a drogas de abuso. En ocasiones, el llanto persistente y factores propios del niño precipitaron el asesinato. Fue frecuente el hallazgo de mujeres sicóticas, depresivas y con conductas suicidas.
Muestras de madres filicidas en instituciones correccionales
   Las madres presas por filicidio fueron predominantemente solteras, desempleadas y víctimas de abuso, con un bajo nivel de educación y limitado apoyo social. Con respecto al entorno, éste incluyó factores de estrés múltiples, tanto económicos como sociales, antecedentes de abuso y problemas de relación con la pareja, entre otros. Esto se asoció frecuentemente con dificultades para cuidar al niño, por ser en general sus únicas cuidadoras. Algunas de estas madres presentaron un cociente intelectual bajo y veían a sus hijos como anormales. También fueron habituales los antecedentes de depresión, psicosis, abuso de sustancias, conductas suicidas y de atenciones psiquiátricas previas.

Muestras de madres filicidas en instituciones psiquiátricas
   El promedio de edad de las madres filicidas en instituciones psiquiátricas fue de 25 a 30 años, algunas con bajo cociente intelectual y diagnóstico previo de trastorno de la personalidad. Fue común el antecedente de trauma vivencial importante. Más de un tercio de los homicidios se produjeron durante el embarazo o en el primer año del posparto. Los autores estudiaron en 2 estados norteamericanos los fallos de madres consideradas inocentes por insania; se halló que éstas presentaron habitualmente depresión y alucinaciones auditivas por las que recibían la orden de matar a sus hijos. Por otro lado, y en términos generales, casi todas las madres arguyeron motivos "altruistas" o presentaban en ese momento un episodio psicótico agudo. Un pequeño estudio neozelandés, en el cual se entrevistó a las madres filicidas poco tiempo después del crimen, mostró que aquellas con psicosis aguda habían asesinado impulsivamente sin demasiada meditación, mientras que las madres depresivas tuvieron estas ideas durante días y semanas. Como era previsible, también en esta muestra las mujeres tenían con frecuencia antecedentes de psicosis, depresión, ideas suicidas y atenciones psiquiátricas previas.
Filicidio-suicidio materno
   De las madres de niños pequeños que se suicidan, aproximadamente el 5% termina con la vida de por lo menos 1 de sus hijos. Un número importante de filicidios se asocia con el suicidio efectivo de la madre, y muchos otros, con intentos fallidos de suicidio. Los filicidios-suicidios tienen mucho en común con los crímenes cometidos por madres con enfermedades mentales graves. Es muy frecuente que estas madres tengan motivaciones altruistas. Un estudio norteamericano reciente probó, al igual que otros trabajos, que los filicidios-suicidios involucran a niños mayores (promedio de 6 años) con mayor frecuencia que a los más pequeños. Estas madres presentaban depresión o psicosis y fue característico que acabaran con la vida de todos sus hijos.
Prevalencia de pensamientos filicidas
   Hay una alta prevalencia de pensamientos filicidas en la población psiquiátrica. Un estudio efectuado en madres deprimidas con hijos menores de 3 años mostró que el 41% tenía la fantasía de lastimar a sus hijos en comparación con el 7% del grupo control (Jennings y colaboradores). Un estudio pediátrico realizado en la población general indicó que el 26% de las madres de niños con cólicos tuvieron ideas filicidas durante los episodios de dolor, y el 36% de estas mujeres presentó algún tipo de comportamiento infanticida. Del total, el 70% experimentó ideas explícitamente agresivas. Las conductas se asociaron con una reacción materna negativa a la separación, con ideas psicóticas acerca del niño y con el sexo femenino del niño. Las encuestas recientes realizadas en 2 instituciones académicas norteamericanas mostraron que los psiquiatras raramente preguntan a las madres específicamente acerca de ideas filicidas. Se infirió que los psiquiatras subestiman la prevalencia de madres depresivas con fantasías de lastimar a sus hijos.

Infanticidio
   Es la práctica de causar la muerte de un infante de forma intencionada.
   Con respecto al filicidio podemos hablar de las madres de niños pequeños que se suicidan, aproximadamente el 5% termina con la vida de por lo menos 1 de sus hijos. Un número importante de filicidios se asocia con el suicidio efectivo de la madre, y muchos otros, con intentos fallidos de suicidio. Los filicidios-suicidios tienen mucho en común con los crímenes cometidos por madres con enfermedades mentales graves. Es muy frecuente que estas madres tengan motivaciones altruistas. Un estudio norteamericano reciente probó, al igual que otros trabajos, que los filicidios-suicidios involucran a niños mayores (promedio de 6 años) con mayor frecuencia que a los más pequeños. Estas madres presentaban depresión o psicosis y fue característico que acabaran con la vida de todos sus hijos.

   Con respecto al infanticidio podemos decir que la información actual acerca del infanticidio materno en la población general muestra que la mayoría de las mujeres involucradas son desempleadas, con trastornos psiquiátricos, con edades entre los 20 y 25 años, y que muchos casos se producen en el contexto de maltrato infantil; sólo algunas madres tuvieron intentos de suicidio asociados. Si bien Inglaterra y Gales cuentan con un acta de infanticidio y Escocia no la tiene, el índice de casos fue similar. Un estudio norteamericano sobre infanticidio efectuado a gran escala encontró mayores tasas de filicidio asociadas con estrés económico. Por otra parte, en Japón las víctimas con frecuencia presentaron anomalías físicas.

Leyes de infanticidio
   Con respecto a la legislación, la British InfanticideAct de 1922 (enmendada en 1938), permite a las madres con problemas psiquiátricos ser juzgadas por homicidio culposo en vez de asesinato; esto se basa en un concepto obsoleto de psicosis puerperal, nunca modificado debido al deseo público de justificar a las madres a pesar de los datos actuales que desacreditan esta dolencia. Como regla general, las leyes de infanticidio reducen las penas de las madres que asesinan a sus hijos de hasta 1 año de edad, y en términos generales les suelen dar libertad condicional y reclusión psiquiátrica, en vez de prisión. La definición de infanticidio varía de un país a otro, pero la mayoría de las leyes de este tipo siguen las especificaciones de la British InfanticideAct en lo que respecta al asesinato de niños menores de 1 año por parte de sus madres. Los detractores de esta ley argumentan que es mucho menos clemente con los padres infanticidas. Por otra parte, hay grupos feministas que critican la excepción que se hace con las madres infanticidas dado que se las consideraría "incapaces", lo que refutaría el plano de igualdad con los hombres.
Sugerencias para la prevención
    La prevención es dificultosa, dado que son muchos los factores de riesgo materno, como depresión y bajo nivel socioeconómico, que también están presentes en madres no filicidas. Se ha sugerido que se debe evaluar sistemáticamente el riesgo de filicidio, así como se hace con el de suicidio. En la entrevista médica, se debe indagar sobre pensamientos y temores de dañar a los hijos y no subestimar las amenazas de las madres. Además, se propone considerar menos requerimientos para la hospitalización de madres con enfermedades mentales debido a la posibilidad de múltiples muertes por filicidio-suicidio. Los delirios de mujeres psicóticas en los que manifiestan que a sus hijos les espera un destino peor que la muerte deben ser motivo de hospitalización o bien de separación de los niños. Es muy importante la detección temprana de enfermedad mental, tanto en el período prenatal como en el posterior al nacimiento. La Edinburgh Postnatal DepressionScale es útil a estos fines.
   La educación de la comunidad tiene importancia en los tiempos actuales en que las estadías posparto son cada vez más breves, lo que se asocia con menor detección de la psicosis puerperal. Se debe brindar apoyo a las madres y garantizar ayuda psiquiátrica accesible para las poblaciones en riesgo. Se producen más filicidios como consecuencia del maltrato infantil que por patologías psiquiátricas maternas. El maltrato infantil habitualmente tiene antecedentes; por lo tanto, adquiere relevancia la intervención temprana en estos hogares. Los organismos de protección de menores desempeñan un papel primordial. Para la prevención de maltratos fatales, se ha propuesto instituir clases sobre maternidad, apoyo emocional y atención telefónica de emergencia para cuando la madre se siente abrumada, además de abordar la toxicomanía materna y separar a los niños de las madres que se encuentran en peligro de abuso infantil.
   El filicidio por venganza marital puede producirse en el contexto de infidelidad del esposo, o cuando la madre piensa que el niño será víctima de abuso sexual si queda en custodia de éste; en este caso, hay pocas posibilidades de intervención, dado que este tipo de asesinatos se produce sin pródromos. La mayoría de los homicidios de niños menores de 2 años sucede durante el invierno, en tanto que la mayoría de los homicidios de niños entre los 5 y 14 años se produce durante el verano. Los factores que afectan al niño, como cólicos y autismo, aumentan estadísticamente las posibilidades de filicidio. Esto podría brindar al pediatra un papel importante en la prevención.

   Hay diferentes motivaciones para el filicidio materno. Asimismo, la prevalencia de pensamientos filicidas es relativamente elevada, especialmente en la población de madres con trastornos psiquiátricos. El conocimiento de los motivos más frecuentes de filicidio ofrece un marco para establecer la prevención; no obstante, ésta se encuentra obstaculizada por factores de riesgo como el bajo nivel socioeconómico y la depresión en la población general.

3.- El trastorno en el delincuente alcohólico o en el estado de embriaguez.

   Las bebidas alcohólicas, a diferencia de otras drogas, son de libre consumo público o privado, salvo las restricciones legales por razón del lugar o el suministro a menores de edad. Sin embargo, el uso en exceso de tales bebidas genera distintos grados y clases de intoxicación o embriaguez.

    En el caso del alcohólico crónico estamos ante un inimputable, "pues no puede dirigir libremente su conducta: el vicio lo ha dominado, ha perdido el control de su voluntad, y la compulsión alcohólica resulta insuperable para el adicto. Su situación es asimilable a un trastorno mental.

   La adicción a las bebidas alcohólicas puede causar alcoholismo crónico o dipsomanía, situaciones en que el sujeto pierde un control de su autoestima y cae en una patología severa con "delirium tremmens" y síndromes de abstinencia severas graves.

4.- El trastorno mental en el imputado drogadicto.

   Una adicción, fármaco-dependencia o drogadicción es un estado psicofísico causado por la interacción de un organismo vivo con un fármaco o sustancia, caracterizado por la modificación del comportamiento y otras reacciones, generalmente a causa de un impulso irreprimible por consumir una droga en forma continua o periódica, a fin de experimentar sus efectos psíquicos y, en ocasiones, para aliviar el malestar producido por la privación de éste, es decir, el llamado síndrome de abstinencia.
   El deterioro cognoscitivo (como la lentificación global de la vida psíquica, deterioro del estilo reflexivo cognitivo, alteraciones en la atención y concentración y consecuente trastorno en los aprendizajes y rendimientos ), o del estado de ánimo ( oscilaciones en el humor, tendencias depresivas, ansiedad) son los síntomas más frecuentes asociados a las sustancias tóxicas, y se encuentran presentes en el imputado.- Referencia a sintomatología específica ante la carencia de sustancias ( Marihuana, Cocaína) al ser detenido, dan cuenta al menos de la existencia de dependencia psíquica . Al tiempo que en el examen realizado se constatan deficiencias posiblemente de índole secuelar.
   La característica esencial de la dependencia de sustancias consiste en un grupo de síntomas cognoscitivos, comporta-mentales y fisiológicos que indican que el individuo continúa consumiendo la sustancia, a pesar de la aparición de problemas significativos relacionados con ella. Existe un patrón de repetida autoadministración que a menudo lleva a la tolerancia, la abstinencia y a una ingestión compulsiva de la sustancia.-

Trastorno en el drogadicto
   Una investigación realizada en la Universidad de Granada (UGR) demuestra que siete de cada diez consumidores de drogas que ingresan en comunidades terapéuticas de Andalucía presentan algún tipo de trastorno mental, como depresión, psicosis y ansiedad, aunque por norma general estos centros basan su tratamiento en tratar la conducta adictiva y dejan en un segundo plano el resto de psicopatologías.

   Con este trabajo de investigación se ha constatado por primera vez en Andalucía el aumento progresivo de pacientes con este perfil dentro de las comunidades terapéuticas de drogodependientes, poniendo de relieve la necesidad de diseñar tratamientos específicos a fin de conseguir unos mejores resultados terapéuticos.

   Esta investigación revela que todos los pacientes que ingresan en estos centros presentan un deterioro psicosocial generalizado y necesitan un mínimo de tres meses de estancia para empezar a apreciar una mejoría relevante, informa en un comunicado la UGR.

   Además, constata una alta prevalencia de patología dual y pone de manifiesto que estas personas no mejoran de la misma manera que los que sólo presentan problemas relacionados con el consumo de sustancias. De esta manera, los resultados de este estudio corroboran la hipótesis inicial de que aquellos pacientes con presencia de comorbilidad psicopatológica tienen una peor evolución a lo largo del tratamiento.
Dos años y medio de trabajo

   Para llevar a cabo este trabajo, sus autores trabajaron con 227 pacientes procedentes de las seis comunidades terapéuticas públicas del Plan Andaluz sobre Drogas y Adicciones, situadas en Tarifa y La Línea (Cádiz), Cartaya (Huelva) y Los Palacios (Sevilla) -con plazas exclusivas para hombres-; y Mijas (Málaga) y Almonte (Huelva) con plazas también para mujeres. Todos estos centros comparten un protocolo clínico homogéneo y aprobado por la Dirección General para las Drogodependencias y Adicciones. El trabajo de campo se ha llevado a cabo durante dos años y medio.

   Según algunos resultados, los investigadores consideran prioritario realizar un diagnóstico psicopatológico protocolizado, "si bien los propios sistemas de clasificación diagnóstica presentan ciertas carencias, ya que no siempre abarcan la complejidad clínica de esta dualidad patológica", advierten.


  Además, destacan que la mayoría de los pacientes con comorbilidad psicopatológica hasta el momento del ingreso y de su participación en el estudio nunca habían sido diagnosticados, y apenas la mitad fueron tratados en algún servicio de salud mental, lo que tiene implicaciones relevantes.


"Resulta imprescindible que en la historia clínica del paciente conste una evaluación diagnóstica completa y sistemática. Por tanto, pensamos que es importante organizar y protocolizar la evaluación diagnóstica para que, en cualquier recurso de la red asistencial, el terapeuta que trabaje con el paciente conozca el diagnóstico del mismo", afirman los investigadores de la UGR.


Perspectiva de género

   Al mismo tiempo, resulta fundamental analizar la patología dual en pacientes drogodependientes desde una perspectiva de género, "ya que existen diferencias específicamente relacionadas con el sexo y el género, y en función de ello se deben diseñar las respuestas a nivel terapéutico y preventivo más adecuadas para cada grupo".

   Los autores principales de esta investigación han sido Esperanza Vergara Moragues, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la UGR y miembro de la Fundación para la Atención a las Drogodependencias e Incorporación Social (FADAIS), y Francisco González Saiz, de la Unidad de Gestión Clínica del Hospital de Jerez de la Frontera (Cádiz), entre otros expertos.

   La investigación ha sido financiada por el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y parte de sus resultados han sido publicados recientemente en la revista científica 'Trastornos Adictivos'.

5.- La responsabilidad penal en el retrasado mental.

   La característica esencial del retraso mental es una capacidad intelectual general significativamente inferior al promedio que se acompaña de limitaciones significativas de la actividad adaptativa.
   La capacidad delictiva asociada al retraso mental depende del nivel de gravedad del retraso mental y de su modalidad clínica. Por un lado, a mayor grado de retraso mental, menor será la posibilidad de que cometa actos delictivos. Por otro lado, la forma herética (intranquila, irritable o activa) da lugar a mayor conflictividad que la forma tórpida (apática, tranquila o pasiva).
   En los niveles profundos de retraso mental, la posibilidad de delinquir es escasa debido a su misma incapacidad psicofísica. El delito aumenta en frecuencia y variedad en las formas moderadas y leves de retraso mental.
   No cabe duda de que los sujetos con retraso mental profundo son inimputables. Existen, sin embargo, una gran cohorte de casos límites o fronterizos en los que la pericia psicológica es delicada. Sólo del estudio global del sujeto y de los hechos presumiblemente delictivos, se podrá deducir si cumplen o no los requisitos que marca la ley para ser inimputables.
   En muchos casos, la existencia de un retraso mental será sólo atenuante de responsabilidad ya que las características del tipo de delito ejecutado no precisan de un elevado nivel intelectual para comprender su ilicitud. En otras ocasiones la complejidad delictiva es mayor y requiere también una más elevada capacidad intelectual para ejecutarlo. En estos casos se puede abogar por la Inimputabilidad o semi-imputabilidad. Habrá casos en los que la imputabilidad sea plena ya que el individuo a pesar del déficit intelectual que presenta puede entender que está ejecutando una acción ilegal. No obstante, como dice la jurisprudencia, habrá que ir al caso concreto y no aplicar principios doctrinales generales.

6.- El trastorno mental transitorio en los delitos pasionales.

  El trastorno mental transitorio es una manifestación  concreta  del  concepto  de alteración  o anomalía psíquica, caracterizado por su limitada duración, se trata de una Inimputabilidad transitoria sin que sea exigible ni esencial la base patológica.

    La Inimputabilidad que caracteriza al trastorno mental transitorio es la falta de la necesaria capacidad de conocer lo ilícito y de dirigir la propia conducta según ese conocimiento, es decir, que se ha de producir una  perturbación  tal  en  la  mente  del  sujeto que determine una plena anormalidad en su conocimiento de la situación o en las condiciones de su autocontrol.












2 comentarios:

  1. donde puedo conseguir el archivo completo y original en pdf? porfavor es para otra tesis

    ResponderEliminar
  2. Es un trabajo interesante cuyo contenido es fácil de leer y entender, y nos enseña a pensar con amplitud a la hora de juzgar un filicidio. Es un trabajo que tiene un gran significado.

    ResponderEliminar